En la primera columna de esta serie, analizamos a los tres grandes jugadores del fascinante tablero geopolítico mundial: Estados Unidos, Rusia y China. Ahora nos enfocaremos en los jugadores regionales que, aunque determinantes, tienen un juego propio. La geopolítica tiene ese aspecto apasionante: todos los conflictos están interconectados, con lazos en común, vínculos de sangre y actores con personalidad propia, aunque dependientes de las grandes potencias. En esta ocasión, abordaremos a Israel, Turquía e Irán, y exploraremos el apasionante escenario del Medio Oriente.
Israel
El país de los judíos, una oda a la perseverancia cierra el año con una situación que parece alinearse a su favor. A pesar del dolor que provoca tener aún más de 100 ciudadanos secuestrados por los terroristas de Hamás, el primer ministro Benjamín Netanyahu no cesará en su intención de consolidar las fronteras de su Estado y liquidar a los enemigos de Israel. Su mayor fortaleza radica en la resiliencia de su pueblo.
En 2025, Israel potenciará aún más su servicio de inteligencia, encapsulando y reduciendo casi por completo a los proxies de Irán, la «cabeza del pulpo del mal». Los brazos de este pulpo incluyen a Hezbolá en Líbano, Hamás en Gaza, Siria como corredor y proveedor de armas al terrorismo palestino, los Hutíes en Yemen e Irak. Israel, con más de 3,000 años de historia, no permitirá la producción de una bomba nuclear por parte de Irán. La oposición interna a la teocracia iraní crece día a día, y en 2025, la aviación israelí podría tomar medidas decisivas contra las instalaciones nucleares iraníes.
Turquía
Turquía ha mostrado sus cartas como un gran jugador en este mundo distópico. Siempre estuvo entre bambalinas, siendo un país que combina una parte europea y otra en el Medio Oriente. Pretende jugar en ambos mundos: entre Occidente y el islam. Heredera del Imperio Otomano, Turquía apoya a exmiembros de Al Qaeda y hermanos musulmanes para tomar el control en Siria, asumiendo prácticamente el papel de Irán como nueva cabeza de un mundo en caos.
Sus ambiciones no solo son políticas, sino también económicas. Junto con Catar, Turquía busca concretar la construcción de un gasoducto que conecte el reino catarí con Estambul, para abastecer al sediento mercado europeo. Sin embargo, enfrenta dos grandes obstáculos: su odio visceral hacia los kurdos, apoyados por su socio en la OTAN, Estados Unidos, y su posible enfrentamiento con Israel. En 2025 podrían surgir las primeras escaramuzas entre estos dos grandes maestros de la geopolítica.
Irán
La «cabeza del pulpo» ha visto cómo, a lo largo de 2024, su bien montada estructura del mal ha ido cayendo una a una. Los herederos del Imperio Persa, descendientes de Jerjes, mantienen presencia en Hispanoamérica (Bolivia, Venezuela y Nicaragua), uniendo fuerzas con dictaduras afines. Sin embargo, la presión internacional sigue aumentando.
Irán, responsable de atentados como el de la AMIA en Buenos Aires durante los años 90, podría enfocarse en 2025 en su propia supervivencia como estructura del mal. Aunque sus proxies, como los Hutíes en Yemen, siguen ofreciendo resistencia, su capacidad de influencia global se debilita. El «tigre de papel» que es Irán deberá enfrentar un año crucial, ya que el mundo libre podría intensificar los esfuerzos para desmantelar la teocracia chiita más longeva. Los ayatolás temen, y con razón: Israel está decidido a actuar si dudan sus días estarán contados.
2025 será un año de batalla cultural y de guerra en lo ideológico y en lo militar, que las ¡fuerzas del cielo nos acompañen!
(*) Analista Internacional