Conozco Israel. He caminado por sus calles, conozco a su gente; sé de su fe, de su amor por la patria, de su solidaridad con el prójimo, de sus alegrías y tristezas, de sus ganas de vivir en paz. Pero también sé de su determinación, de su carácter, de su voluntad inquebrantable y de su decisión de resolver de una vez por todas la insana convivencia en la que están inmersos desde hace décadas con sus vecinos. El 7 de octubre de 2023 fue un punto de quiebre: cuando fueron agredidos a traición y a mansalva, su gente fue asesinada, violada y secuestrada. Ante esto, tomaron una decisión: acabar de una vez y para siempre con el problema. Quien conoce al mítico pueblo del rey David sabe que nadie los detendrá hasta conseguir lo que se han propuesto.
La Corte Penal Internacional, en una reedición de un nuevo caso «Dreyfus» (el oficial judío francés acusado falsamente de espionaje hace más de 130 años), ha ordenado la captura internacional de Benjamín Netanyahu y de su exministro de defensa, Yoav Gallant. Los cargos: supervisar crímenes de guerra en su ofensiva en Gaza, matar civiles a mansalva, provocar la muerte de otros cientos de civiles por hambre.
Estas acusaciones, llenas de falsedad, denotan un alto grado de antisemitismo y una profunda parcialidad de este tribunal hacia el mundo sunita musulmán. Sigo esperando alguna orden de captura contra los impresentables ayatolás de Irán, principales instigadores, propulsores y financistas del terror en todo el mundo, así como responsables del inicio de las hostilidades que afectan al Medio Oriente desde siempre.
El eco de estas acusaciones tiene mucho que ver con los grandes medios corporativos de comunicación en Europa y América. Estos medios fomentan manifestaciones alineadas con el progresismo dogmático y la cultura woke, de una izquierda que enarbola el antisemitismo como un valor. Bajo la idea de agudizar las contradicciones, captan jóvenes universitarios ingenuos y minorías desprevenidas, todas ellas con un profundo desconocimiento de la historia: simples corderos en manos de hábiles manipuladores.
Las rimbombantes acusaciones, como ocurrió en el caso Dreyfus, serán desacreditadas en su momento. Pero el daño ya está hecho: la imagen de un Estado como el de Israel ha sido afectada. Las pruebas de la inocencia están ahí, en los miles de mensajes de texto, llamadas telefónicas y folletos lanzados antes de cada operativo, pidiendo a los civiles que abandonen las áreas que serán intervenidas. Sin embargo, los cobardes de Hamas no los dejan salir, utilizándolos como escudos humanos e incluso disparando contra quienes intentan huir de las zonas de conflicto. El mismo ejército de Israel ha repartido más de 700,000 toneladas de comida a los gazatíes, alimentos que luego son saqueados por esos cobardes terroristas. Israel también ha facilitado la vacunación de más del 97 % de la población de Gaza. Me pregunto: ¿dónde está el genocidio?
Israel fue vilmente agredido y tiene el pleno derecho de defenderse. La verdad, al final del camino, saldrá a la luz. Pero ese monstruo llamado antisemitismo está de vuelta, infectando corazones, dañando almas, inoculando maldad, es menester no olvidar a los 101 seres humanos inocentes siguen en manos de los psicópatas de Hamas en unas mazmorras inmundas pronta libertad para ellos, Israel prevalecerá no les quepa la menor duda.
Analista Internacional