Para las grandes transformaciones son indispensables dos cosas: un liderazgo fuerte y un pueblo convencido de que lo que se va a hacer es lo mejor para todos. En agosto de 1990, Perú asumió con resignación y, a la vez, con esperanza, el plan que el liderazgo de Alberto Fujimori proponía, como la única solución a la grave crisis económica que vivía el país: una hiperinflación galopante y devaluación brutal de nuestra moneda. Implementar el programa económico propuesto por el Nobel de Literatura y segundo en la elección presidencial, Mario Vargas Llosa, fue un gesto de madurez política, el ya histórico SHOCK.
Mucha agua ha corrido desde entonces. Mención aparte merece el capítulo económico de nuestra Constitución de 1993, una oda a la libertad económica y a la independencia del Banco Central. Los resultados están a la vista: una macroeconomía sólida, una moneda estable, apertura a los mercados globales a través de tratados de libre comercio, y, sobre todo, haber grabado en el ADN de los peruanos la idea de que «no se debe gastar más de lo que se ingresa». Con una inflación proyectada del 2% anual para el próximo año 2025 y al cumplir casi tres décadas de estabilidad económica, pese a la mediocridad de nuestra clase política, el “modelo peruano” se estudia en facultades de economía y se aplica en otras realidades más allá de nuestras fronteras.
Argentina, desde hace un año, ha comenzado a tomar como referencia el «Plan Perú», adaptándolo a su realidad y logrando resultados visibles. El gobierno “liberal libertario” asumió en diciembre del año pasado con una inflación mensual del 25%, que hoy se ha reducido al 2.4%. Entre sus medidas destacan la reducción de su elefantiásico Estado mediante el “plan motosierra”, la eliminación de normas e impedimentos para atraer inversión extranjera, el recorte gradual de subsidios, y la búsqueda del tan ansiado equilibrio fiscal. Estas decisiones han dado como resultado la reducción del riesgo país, que pasó de 2,500 puntos a estar por debajo de los 700.
Además, proyectan levantar para el próximo año los cepos cambiarios (actualmente cuentan con más de 12 tipos de cambio), dejando que el mercado opere libremente. También planean eliminar más del 90% de los impuestos innecesarios. En este contexto, el modelo peruano sirve como manual de referencia, especialmente con la aplicación de la llamada “flotación sucia”: una intervención moderada del Banco Central para corregir desequilibrios del mercado. Para ello, se necesitan reservas internacionales sólidas; Perú ya supera los 80,000 millones de dólares, y Argentina está poco a poco reconstruyendo las suyas, que fueron irresponsablemente consumidas por el socialismo incapaz e inútil representado por la “organización criminal” liderada por Cristina Fernández de Kirchner.
El actual gobierno argentino tiene claridad sobre su rumbo. No duda en lo económico ni en lo social, y sabe que la batalla cultural debe ser librada. Hasta el momento, parece estar ganándola, y las lágrimas de sus detractores son una prueba de ello.
(*) Analista Internacional