El calendario marca que el 10 de enero de 2025 Edmundo Gonzales debería juramentar como presidente constitucional de Venezuela, legítimo ganador de las elecciones del 28 de julio del año pasado. Sin embargo, su país sigue secuestrado por el crimen organizado, mientras la izquierda progresista del mundo respalda a los secuestradores. Las grandes corporaciones petroleras (Chevron,Texaco) entre otras continúan haciendo negocios con los sátrapas, que el mundo no olvide estos dos hechos nunca.
Una vez más, Venezuela está en el centro de la geopolítica. Nuevamente, un halo de esperanza invade ciudades como Bogotá, Lima, Quito, Santiago, Buenos Aires, y cualquier rincón donde un corazón venezolano libre late. Esa inmensa diáspora, que busca refugio de la execrable dictadura socialista del siglo XXI, del chavismo enfermo, ladrón y asesino, ya supera los ocho millones. Hombres y mujeres han dejado su tierra en busca de libertad, convirtiéndose, sin querer, en parte del círculo vicioso que toda dictadura persigue: hacer que los jóvenes, los más preparados y también la delincuencia común abandone el país.
El manual de la «Dictadura Criminal» fue escrito hace más de 60 años por un grupo de barbudos delincuentes en la bella Cuba, capturada hasta el día de hoy. Fidel Castro, su hermano Raúl, el Che Guevara y demás impresentables idearon este modelo, el mismo que aplica la dictadura venezolana o la de Nicaragua. Los cubanos y su maléfico servicio de inteligencia son parte fundamental del sostenimiento del chavismo en el poder y de meter sus narices en todo el continente para desestabilizar y propagar su ideología de odio y maldad.
En el mundo distópico que vivimos, los jerarcas de la dictadura venezolana no solo expolian las riquezas naturales del país, sino que también se dedican al tráfico de drogas (el llamado «Cartel de los Soles»), tráfico de seres humanos, minería ilegal, tráfico de armas y a exportar violencia a sus vecinos. Así de grave es la situación para toda América.
Cuba es el cáncer y Venezuela es la metástasis. Si Dios quiere y Venezuela logra su libertad, el siguiente paso será liberar al continente del Partido Comunista Cubano y todo lo que representa. La situación para el país llanero no es fácil. Las fuerzas flaquean. Parte del manual cubano es doblar la voluntad de la gente, convertirlos en conformistas que aceptan la situación que agachen la cabeza. Eso no puede permitirse, porque si eso se da todo está perdido.
La dictadura venezolana tiene miedo. Saben que, de dejar el poder, solo les esperan dos caminos: la muerte o la cárcel. El desconcierto en sus filas es evidente. Por eso, Nicolás Maduro ya tiene un plan de fuga y negocia en secreto. Tal vez su destino sea Turquía, donde posee fondos y hasta una mansión esperándolo. Sin embargo, esa posibilidad es remota. La mafia tiene sus propias reglas internas. El general Padrino, los hermanos Rodríguez, Diosdado Cabello y el mismo Maduro comparten un destino común: el infierno mismo. Que dios bendiga al pueblo venezolano, les asiste el derecho de volver a su tierra y ser dueños de su destino.
(*) Analista Internacional
