Fascista, ególatra, soberbio, racista, megalómano, acosador sexual, fraude como empresario, y un largo etcétera, son algunos de los adjetivos con los que sus adversarios políticos intentan etiquetar y, por ende, desprestigiar a Donald Trump (Nueva York, 1946). Lo cierto es que el presidente número 45 de los Estados Unidos de América encabeza todas las encuestas y es prácticamente un hecho ganador en las elecciones presidenciales (noviembre de 2024).
En la aún primera potencia del mundo, sus contundentes victorias en las primarias republicanas (Iowa y New Hampshire), con la consiguiente retirada y posterior apoyo de su principal contendiente, Ron DeSantis, hacen impensable que Trump pierda la candidatura republicana, a menos que la estrategia judicial montada en su contra por demócratas y progresistas lo lleve a la cárcel. Son 91 causas criminales abiertas en su contra, lo cual demuestra que, cuando la política utiliza a la justicia para ajustar cuentas, cualquier cosa puede pasar.
Lo cierto es que el expresidente se ha ganado a pulso su fama; con él no existen términos medios, o lo amas o lo odias. Esto se debe a defectos de sus rivales o a virtudes propias. Con cada ataque su aura ganadora crece como la espuma, y su célebre frase «Make America Great Again», levanta el ánimo de los estadounidenses pobres, del inmigrante trabajador de clase media y del conservador clásico. Pero, ¿cómo logrará hacer grande a los Estados Unidos otra vez? Algunos plumazos dio en su primer gobierno, truncado por la pandemia: centrarse en su país, reduciendo a lo estrictamente necesario su presencia internacional; terminar de sellar la frontera sur con México; plantarle cara a China, no en una guerra convencional, sino en una comercial; reducir su participación al mínimo en la OTAN (hasta acá se siente el miedo de Europa); dejar de promover y participar en guerras sin sentido (no debe de estar entre los amigos de los señores de la guerra); imponer un arancel universal del 10% a cualquier producto que entre a los Estados Unidos; drástica reducción de impuestos; desmontaje del aparato progresista en todos los niveles.
Está claro que el financiamiento a la guerra de Ucrania terminará. Ojalá que esos miles de millones de dólares invertidos en guerra se destinen, por ejemplo, a Centroamérica y a su desarrollo. Si quieres evitar la inmigración ilegal, dale oportunidades y desarrollo a los países de donde proviene esa inmigración, algo así como un Plan Marshall implementado en la Europa de la posguerra mundial.
El camino a la presidencia de Donald Trump no será nada sencillo; muchas variables, demasiados intereses se juegan en la elección de noviembre. Lo cierto es que hay mucho nerviosismo con esta posible presidencia. Aun nada está dicho en un país tan contradictorio, donde abortar es gratis y sacarte una muela puede costarte un ojo de la cara, o donde un expresidente como Barack Obama, con 8 años continuos de guerra, es reconocido con el Premio Nobel de la Paz. Toda una paradoja.
Internacionalista