La lucha definitiva entre la libertad y la corrupción socialista se llevará a cabo este 28 de julio. Mientras nosotros estaremos celebrando nuestras fiestas patrias, el pueblo venezolano se jugará literalmente la vida en unas elecciones presidenciales con fuerte olor a fraude y con la angustia de 8 millones de inmigrantes venezolanos repartidos por todo el mundo, inhabilitados de poder ejercer su derecho a votar por el régimen corrupto que rige los destinos de su país.
Edmundo González Urrutia, candidato de la oposición por obra y gracia de la dictadura al impedir la postulación de María Corina Machado, la carismática y verdadera líder, aventaja a los delincuentes que detentan el poder. Según las últimas encuestas de ORC Consultores, González figura con un 59% de intención de voto, mientras que el sátrapa, esa morsa con bigotes de Maduro, cuenta con un 12.5%. Técnicamente, por el socialismo enquistado en el poder votan los delincuentes atornillados en el poder, sus familias y las bandas organizadas y armadas por Hugo Chávez, quien desde el infierno debe de estar armando una revolución para quitarle el trono al mismo Satanás.
Para los que venimos siguiendo con prolijidad estas elecciones y entendemos el gran significado que tienen para todos los países de Hispanoamérica, de ganar la oposición, que es el deseo de todo el mundo libre, es cuestión de tiempo para que ese millón y medio de inmigrantes que están en el Perú, por ejemplo, inicien un lento pero seguro retorno a su suelo, a su terruño. Es justo, se lo merecen, pero no va a ser fácil. El mismo Maduro, en últimas declaraciones, anunció que correrá sangre de perder esta elección y tiene motivos sobrados. A él y a Diosdado Cabello, figuras visibles de la corrupción, les espera la cárcel o la muerte, y como buenos delincuentes, morirán en su ley.
Solo hay que recordar que estos cacasenos del socialismo del siglo XXI están buscados por la justicia de los Estados Unidos, acusados de narcoterrorismo. Estos amigos de Sánchez en España, Petro en Colombia, Lula en Brasil y López Obrador en México son “caimanes del mismo pozo”, parafraseando al inefable Chávez. Sus cabezas tienen precio: por Maduro ofrecen una recompensa de 15 millones de dólares y por Cabello, 10 millones de dólares; unas joyitas en toda línea.
Existen informes de que el caos en la cúpula del régimen está en su apogeo, que Maduro tiene las maletas listas y que su refugio sería Turquía, donde tiene su dinero y una mansión esperándolo. China le soltó la mano al régimen porque su incapacidad para gobernar le hace imposible cobrar los más de 50 mil millones de dólares que Venezuela le debe a la potencia asiática. Lo cierto es que aceptar estas elecciones por parte de María Corina Machado fue una demostración de estadista; logró unir con esta decisión toda la oposición en un solo puño y poner a los corruptos contra la pared. Pero lo más importante, llenó a la campaña de la oposición de mística, y eso en política no tiene precio.
(*) Analista Internacional