Volodímir Zelenski, el actor cómico que llegó a la presidencia de Ucrania con el apoyo total de la famosa mafia de ese país ha sido elevado a los altares de la geopolítica mundial de la mano de políticos como «Sleeping» Biden, los socialistas progresistas y la cobarde centro-derecha europea. Lo han presentado como el nuevo Churchill eslavo, y él, aferrado desesperadamente a la guerra, sigue su papel. Al igual que la Unión Europea, busca ganar tiempo sin importar cuántas vidas más se pierdan. Ya están listas las tropas de jóvenes ucranianos de 18 años para ser enviados al frente. ¿Qué importa? No son franceses, ni españoles, ni ingleses. Todo sea por mantener al progresismo reinando en Europa y encontrar una salida digna (léase: asegurarse su parte de la torta) de la guerra más mediática del siglo. Y el arlequín de Kiev obedece.
Algo que el relato del Partido Demócrata de los Estados Unidos, la Unión Europea y el títere Zelenski nunca podrá cambiar es lo ocurrido en marzo de 2022 en Estambul, Turquía. En aquel entonces, Rusia puso tres condiciones para detener las hostilidades: otorgar autonomía al Dombás, al igual que la tienen algunas regiones de España, como Cataluña; garantizar que Ucrania no ingresara a la OTAN; y que el país se declarara neutral. Sin embargo, un presuroso Boris Johnson, el inefable primer ministro británico de la época, bajó apresuradamente de las escalinatas del avión, previa coordinación con Biden y Kamala Harris, y convenció a este héroe en desgracia de que no aceptara. Le prometieron todo el apoyo de Europa y Estados Unidos, asegurándole que ganaría la guerra. Lástima que Zelenski no realizó una sesión espiritista para consultar a Napoleón y al pintor austriaco sobre cómo les fue enfrentándose a Rusia en una guerra convencional.
Mi padre solía decir que hay que saber escoger incluso a los enemigos, y en este caso, el buen Zelenski ha elegido a la peor pareja posible: Donald Trump y Vladímir Putin. El nuevo sheriff del barrio ha salido a destrozarlo, acusándolo de todo, de dictador para abajo. Ya sabemos que Trump tiene la sutileza de un hipopótamo con zapatillas de ballet cuando alguien le cae mal, y este es el caso. En su red social, soltó frases lapidarias como esta:
«Un comediante modesto convenció a los Estados Unidos de América de gastar 350 mil millones de dólares en una guerra que no se podía ganar y que nunca debió comenzar.»
Adicionalmente, Trump reveló que Zelenski no puede rendir cuentas de la mitad de esos miles de millones de dólares. Son bien conocidas las denuncias de apropiación de fondos por parte de los jerarcas ucranianos, aunque en su momento fueron silenciadas por la prensa progresista mundial.
Y Europa sigue reclamando protagonismo. Parece que aún no entienden de qué va el mundo. No es solo guerra y comercio, sino una gran negociación y una batalla cultural. Si quieren aparecer en la historia de este siglo, deberán liberarse de las garras del progresismo zombie y de la influencia devastadora de personajes tan siniestros como George Soros, Pedro Sánchez, Emmanuel Macron y un largo etcétera.
(*) Analista Internacional