Trump anuncia su llegada con fuerza este 20 de enero. Plantea sus condiciones, amenaza y pone todas sus cartas sobre la mesa en el impresionante tablero geopolítico. Es su forma de negociar, aplicando lo que yo llamo la “política de los Soprano”. Cuando expone sus requerimientos en el ámbito internacional, viene a mi mente la icónica escena de la película El Padrino, esa de la cabeza de caballo decapitada sobre la cama. Así empieza a negociar Donald Trump: la amenaza como forma de ablandar a quien está del otro lado de la mesa. Y lo cierto es que suele funcionar. Tiene la tecnología y las armas de su lado. ¿Alguien lo duda?
En política internacional, ya tiene sus fetiches: Groenlandia, México, Canadá, Irán, el canal de Panamá. También busca que Europa pague más por su defensa, quebrar la amistad entre China y Rusia, y enfrentarse al globalismo y progresismo mundial. Estas serán las obsesiones de este magnate convertido en presidente de la aún primera potencia mundial. Intenta poner orden al desorden y a la dejadez de administraciones anteriores. Solo tiene cuatro años para “volver a hacer América grande” y dejar un legado que perdure.
Lo de Groenlandia como un nuevo estado de la unión no es un capricho para los intereses del Tío Sam; es una necesidad. El Ártico se deshiela, nuevas rutas comerciales se abren, y Rusia es actualmente el amo y señor de esa zona del mundo gracias a sus rompehielos nucleares. Es imperativo para Estados Unidos tener mayor presencia allí: Alaska no es suficiente. Los estrategas de Washington llevan desde el siglo XIX interesados en anexar esta gélida isla, la más grande del mundo. Ya a finales de los años 40, Harry Truman ofreció a Dinamarca 100 millones de dólares por Groenlandia, pero la oferta no fue aceptada. Sin embargo, ahora, con Rusia como oponente directo, Trump no será tan formal: o Dinamarca acepta, o acepta.
Groenlandia es rica en las ya famosas tierras raras, esenciales para la tecnología del futuro, con más de 45 minerales valiosos por explotar. También posee reservas de gas y petróleo aún por definir. Este gigantesco trozo de roca y hielo se presenta como una pieza clave para el futuro.
Son ocho los países con intereses directos en el Ártico, esta nueva zona comercial y militar del mundo: Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia y Suecia, todos con costas en más de 14 millones de kilómetros cuadrados. Se prevé que, en 25 años, durante los veranos del hemisferio norte, esta zona será totalmente navegable. Sin embargo, chinos, japoneses e indios, bajo el pretexto del cambio climático, intentan también establecer bases y puertos en el Ártico.
¿Y cuánto cuesta Groenlandia? Según expertos de la revista The Economics, el valor de la isla supera largamente los 50 mil millones de dólares. Lo cierto es que esta isla, y el Ártico en general, se convertirán en los próximos años en una zona donde la geopolítica y la geoeconomía se darán la mano. Será un nuevo foco de tensión en el ya agitado mundo en el que vivimos.
(*) Analista Internacional