¿Son los vientos de «Santa Ana» los culpables de los incendios en la ciudad de Los Ángeles? En la tradición cristiana, Santa Ana es nada menos que la madre de la Virgen María. Sin embargo, en los recientes premios Golden Globes 2025, la presentadora Nikki Glaser hizo unas bromas nefastas sobre Dios y su supuesta inexistencia en esta ciudad, habitada por celebridades de todo tipo. Pareciera que esta presentadora está auspiciada por la Universidad Católica del Perú. Dos días después comenzaron los atroces incendios. ¿Coincidencia divina? Algunos lo llaman así. Lo cierto es que la ciudad arde, y el guion de la película La ciudad sin Dios se está escribiendo, probablemente, en algún garaje de Nueva York.
California, el estado más rico de Estados Unidos, sería la quinta economía del mundo si fuera un país. Con pretensiones de independencia, es el paraíso del progresismo y la «religión ecologista» (climática). Supera ampliamente a Canadá y Europa en sus políticas woke. Aquí no te califican por tu capacidad, sino por cómo te percibes o si formas parte de la comunidad multicolor. Así de ilógicas pueden llegar a ser las leyes en ese estado, cuyo gobernador, el futuro precandidato demócrata para las próximas elecciones presidenciales, Gavin Newsom, es considerado por muchos como la versión masculina de Kamala Harris.
Los incendios en este estado han existido siempre. Lo que no ha existido «siempre» es la negligencia actual en las prácticas para prevenir y controlar estos desastres. Antes se limpiaban los bosques, se eliminaba la maleza seca, se talaban los troncos y árboles muertos, se realizaban incendios preventivos controlados, se llenaban los reservorios de agua y, sobre todo, se asignaban presupuestos adecuados a los bomberos. Sin embargo, por recomendaciones ecologistas, se dejó de hacer todo esto. La estupidez humana, como suele decirse, no tiene límites.
Aunque parezca increíble, a pesar de lo moderna y sofisticada que es California, gran parte de su tendido eléctrico de alta tensión es aéreo y, en algunos casos, data de los años 50 del siglo pasado. Desde finales del siglo pasado, se han propuesto cambios para convertir este tendido en subterráneo. No obstante, como es de imaginar, el costo es altísimo, y se ha considerado más oportuno destinar esos fondos a políticas de inclusión de género e identidad. Para no «arruinar» la vista de las mansiones de las celebridades, se decidió trasladar las redes de alta tensión a los bosques. Resultado: vientos cálidos, una chispa, y tragedia garantizada.
El estado más rico, dirigido por los líderes más incapaces, solo necesitaba tiempo para que ocurriera una catástrofe como esta. La nueva administración republicana que asumirá el próximo 20 de enero en Estados Unidos está exigiendo cuentas y pidiendo responsabilidades. Es evidente que no perderá la oportunidad de demostrar al mundo que lo woke, la religión climática y el progresismo son, en muchos casos, el refugio de los tontos.
(*) Analista internacional