“Viviremos al fin como hombres libres en nuestra propia tierra”. Theodor Herzl
Quien diga que entiende lo que acontece en el medio oriente entre Palestina e Israel, no sabe nada o peor aún nunca entendió nada. No solo están los problemas políticos derivados de la falta de entendimiento y nula pericia diplomática, sino también factores religiosos que hacen que los razonables derechos de las partes, se conviertan en dogmas de fe.
Ambos pueblos tienen raíces históricas probadas en esos territorios, es más, ambos tienen momentos en la historia en que convivieron en armonía y relativa paz. Si el derecho se basara única y exclusivamente en la historia, Israel tendría zanjada a su favor esta disputa, pero la historia para el derecho internacional es solo un antecedente y sí, hay que remontarnos en la historia para entender una oportunidad perdida que a luz de los años y de los hechos de haberse implementado, hoy ambos pueblos vivirían tal vez en armonía
Esa oportunidad perdida se dio en 1,947 año en que la ONU recomendó un plan de partición con unión económica para ambos pueblos (resolución 181). La solución de los dos estados propuesta hace 76 años fue rechazada por el mundo árabe y desembocó en la fundación del Estado de Israel. El plan contemplaba la división de Palestina en tres partes un estado judío que incluía la región de Galilea oriental y un estado árabe que abarcaba la parte central y occidental de Galilea.
El plan también contemplaba el reconocimiento de la ciudadanía de cada estado para todos los habitantes que vivieran en sus fronteras con independencia de su religión y procedencia, ante los hechos acontecidos desde la Primera Guerra Mundial y el Holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial. Era irreversible la decisión del mundo entero que los judíos tenían que tener una nación, pero este punto nunca lo entendió el mundo árabe.
La cereza en el pastel era que la ciudad santa para tres religiones Jerusalén sería administrada internacionalmente, esa era a la luz de los hechos, la solución más salomónica. De haberse implementado, tendríamos dos estados hermanos progresando de la mano, entre las economías más prósperas del mundo moderno.
Lamentablemente los intereses subalternos, el odio visceral y la geopolítica impidieron que este arreglo llegara a buen puerto. Israel nos guste o no, es la única democracia representativa en esa zona tan polémica del mundo, está rodeada de enemigos que quieren su desaparición como nación y que emplean el terrorismo puro y duro (Irán fomenta y financia inescrupulosamente actos terroristas en contra del estado judío) para lograr tal objetivo.
La función de las grandes potencias (USA, Rusia y China) en este conflicto es volver al espíritu del plan de partición de 1,947, poner voluntad al entendimiento y pedirse perdón. Es la única salida posible. Releer la Torá y el Corán será la tarea que todos los involucrados tengan a futuro porque en ambos textos santos la paz es señal de santidad.