En geopolítica no existen buenos ni malos, solo existen intereses. Las superpotencias redefinen el tablero mundial de acuerdo con el movimiento del fino ajedrez que despliegan constantemente. En el caso de Siria, dividida y ensangrentada por una cruenta guerra civil que data de 2011, convergen todos los miedos y temores. Este territorio de 185 mil kilómetros cuadrados, fronterizo con Turquía, Irak, Líbano, Israel, Jordania y el mar Mediterráneo, se ha convertido en los últimos días en el escenario propicio para el inicio del juego de tronos más impactante de los últimos tiempos. Irán, Rusia, Estados Unidos, Turquía e Israel mueven peones y alfiles para asegurar sus intereses, mientras que los cristianos, unos trescientos mil (antes un millón y medio), corren un serio peligro. ¿Por qué? En esta parte del mundo, religión, política y extremismo ideológico forman una ecuación volátil que define si vives o mueres. Así de tribal es la realidad de algunos países del Medio Oriente.
El dictador Bashar al-Assad, después de 24 años, dejó Damasco. Fue derrocado y partió a Moscú, donde Putin le ha dado asilo. Rusia fue su socio militar/político, junto con Irán durante los últimos nueve años. Con esto, la capital ha caído en manos de los “rebeldes” o “terroristas”, dependiendo del tipo de prensa que se consulte. Sin embargo, lo que es seguro es que no son buenos muchachos. Su líder es Abu Mohamed al-Jolani (Ahmed al-Sharaa), un hombre con una orden de captura internacional y una recompensa de 10 millones de dólares por su cabeza. Este exmiembro de Al Qaeda formó hace unos años el grupo Hayat Tahrir al-Sham (HTS). En 12 días, con un contraataque “conversado”, tomaron Alepo, la ciudad financiera de Siria, y luego la capital Damasco.
Es necesario precisar que existen otros grupos en disputa, cada uno controlando diversas porciones de territorio, pero el HTS es el mayor, con unos 40 mil miembros. Si bien es cierto su líder se ha presentado ante la prensa internacional proclamando que su pasado —de cortar cabezas, lapidar mujeres, quemar escuelas y perseguir homosexuales— fue producto de la inmadurez y juventud alocada, ¿le creemos?
La situación en Siria trastoca todo. Los rusos e iraníes, los grandes perdedores de esta partida, abandonaron a al-Assad. Ambos países enfrentan problemas: uno con Ucrania y el otro con Israel. Rusia posee un puerto estratégico en Tartus y una base aérea en Latakia, en pleno mar Mediterráneo, que aún no ha sido tocada por los “rebeldes”. Irán, por su parte, utilizaba el régimen sirio como enclave para entregar armas a Hezbolá y Hamás, además de mantener una conexión aérea segura con Hispanoamérica a través de la ruta Teherán-Bagdad-Damasco-Caracas. Es fácil imaginar todo lo que se transportaba de manera codificada y sin cuestionamientos.
Sin duda, seguiremos escribiendo sobre este tema. Por ahora, solo resta señalar que Turquía e Israel figuran como algunos de los grandes ganadores en este complicado tablero geopolítico. Juegan con fuego, aunque por el momento no se han quemado, como que los astros se le alinearon al líder de Israel Bibi Netanyahu.
(*) Analista Internacional
