Por: Bruno de Ayala Bellido // La muerte del carnicero del diablo

por | Oct 20, 2024 | Opinión

La muerte de Yahya Sinwar, líder del grupo terrorista Hamás, a manos de las FDI de Israel, hace al mundo un poco mejor. Este individuo fue el responsable de dar la orden para el genocidio del 7 de octubre del año pasado, en la fiesta Nova y sus alrededores.

Sinwar es el responsable ideológico de la muerte de 1,200 seres humanos, muchos de ellos quemados vivos, mujeres violadas sistemáticamente, incluso después de haber fallecido.

Además, es culpable de utilizar a su propio pueblo palestino como escudo humano, sin importarle sacrificar niños y mujeres para protegerse a sí mismo y a sus secuaces, demostrando así una cobardía sin parangón. Ahora, está ardiendo en el infierno.

Es un golpe duro para las organizaciones terroristas, pero no su final. Esta parte del conflicto terminará cuando los aún 101 rehenes que permanecen en los túneles de Gaza vuelvan con sus familias.

Lo que está claro es la decisión del gobierno de Benjamín Netanyahu de ir a por todas.

Israel ha entrado en un camino sin retorno: va a sellar sus fronteras y a eliminar a todos los proxies de Irán. En pocas palabras, Israel está condenado a ganar esta guerra; en ello va su existencia como Estado. Su estrategia es clara: no darles descanso a sus enemigos y enviar señales claras de su capacidad militar y, sobre todo, de inteligencia.

Prueba de ello es el operativo de los “beepers” en el Líbano. Dicen que el frío que sintieron los ayatolás al ver de lo que son capaces los herederos del rey David, y al darse cuenta de que su gran “Guardia Revolucionaria islámica” está totalmente infiltrada por el Mossad, los ha llevado a rogarle a Rusia y a China que intercedan en Medio Oriente.

Este conflicto ya dejó de ser algo religioso o político: se ha convertido en algo personal. Los ayatolás temen por sus vidas; son conscientes de que la estrategia prioritaria es acabar con las cabezas de las organizaciones terroristas. Estos remedos del Imperio Persa quieren vivir para seguir expoliando sus riquezas de su país y seguir exportando su ideología de maldad al mundo.

Más allá de las declaraciones altisonantes y del apoyo de la progresía de Occidente, que les sigue el juego, Ruhollah Jomeini quiere ganar tiempo. Quiere la bomba nuclear y quiere sobrevivir a esta huracan que Hamás desató hace un año.

El mensaje del Estado de Israel es claro: «Dejen marchar a los rehenes, esta guerra puede terminar ahora. Lo que debe suceder es que Hamás se rinda, entregue las armas y libere a todos. Si no lo hace, lucharemos hasta lograr la victoria final. Nada puede sustituirla». Siguen escribiéndose capítulos de este drama de guerra y horror. Todas las partes tienen un ojo en el conflicto y el otro en las decisivas elecciones de los Estados Unidos, el próximo 5 de noviembre.

Muchas cosas se decidirán ese día: la hegemonía de un progresismo zombi encarnado en Harris o el intento de una potencia en declive de elegir a un gobernante como Trump, con más luces que sombras. La cuenta regresiva ha comenzado.

(*) Analista Internacional


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