Cuando me preguntan quién es el mayor contrapeso de Estados Unidos en el tablero geopolítico, surgen principalmente dos nombres: Rusia y China. Sin embargo, ninguno de los dos lo es por separado; son ambos juntos, y más aún, junto con otras ocho economías, cada una con sus particularidades y diferencias, pero con una sola obsesión: tomar el relevo de la aún primera potencia del mundo, acabar con la “tiranía de la economía dolarizada” y marcar una profunda distancia con el mundo psicótico que el progresismo está creando en Occidente.
La alianza económica entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS), ampliada desde el 1 de enero de 2024 con los nuevos ingresos de Egipto, Etiopía, Arabia Saudita e Irán, representa un mercado poderoso y tal vez la respuesta más concreta del porqué las sanciones a Rusia en esta guerra de desgaste con Ucrania no han rendido frutos. El gran artífice de este grupo económico fue, cómo no, Vladimir Putin, cuya gran obsesión siempre ha sido romper la hegemonía del dólar. Aunque, para ser estrictos, el término BRIC fue acuñado hace más de 20 años por Goldman Sachs, refiriéndose a las economías emergentes.
Sus números son simplemente espectaculares: tienen una población conjunta de 3,500 millones de personas, y su economía en conjunto vale más de 28.5 billones de dólares, alrededor del 43% de la economía mundial. Adicionalmente, este monstruo económico produce el 45% del petróleo mundial. Si logran articular entre ellos una moneda única de intercambio comercial, dejando de lado la del Tío Sam, las sanciones que puedan imponer Estados Unidos y Europa serán lo más parecido a un leve catarro.
A este monstruo económico, el dictador Maduro pretende entregar todas sus reservas de petróleo y gas en una “jugada maestra” y en las narices de la administración demócrata que gobierna los Estados Unidos. Si logra hacer eso, ya podemos dar por perdida a Venezuela. Aunque en geopolítica nada está dicho, el camino se le pondría más empinado al sufrido pueblo llanero y a la oposición venezolana.
Los BRICS no solo tienen un mercado suficiente y una economía robusta en expansión, sino que también cuentan con líderes fuertes, dictadores en toda regla que no se andan con jueguitos, como Vladimir Putin y Xi Jinping. Mientras tanto, Occidente, bajo el liderazgo de unos Estados Unidos dubitativos, más dedicados a satisfacer a su industria bélica para recomponer su maltrecha economía, se enfoca más en juegos de guerra en Ucrania, en implementar políticas de disminución y control de la natalidad, y en promover una agenda 2030 que daña directamente la antigua fortaleza de la sociedad: la familia.
Así las cosas, salvo una reacción rápida del mundo libre y de las democracias clásicas, esta amalgama de economías emergentes, sin ataduras demográficas ni agendas irresponsables que respetar, se devorará en 20 o 30 años lo que quede del mundo en el que nos criamos, todo por la responsabilidad de unos autócratas irresponsables que solo vieron el árbol y nunca el bosque.
(*) Analista Internacional
