La guerra de desgaste ha terminado. La ofensiva ucraniana del verano pasado fue un completo fracaso. Rusia tomó la iniciativa y está avanzando de manera segura. Lo dijimos en su momento: la caída de Advinka consolida la presencia rusa en el Dombas y levanta la moral tanto del ejército ruso como de su pueblo. Muchos factores han influido en este repliegue de las fuerzas ucranianas. En primer lugar, la considerable falta de munición: por cada dos mil ataques ucranianos al día, los rusos realizan diez mil. Europa no cumple con los envíos debido a que su producción no alcanza ni siquiera el 30% de la producción rusa. En segundo lugar, los países miembros de la OTAN no cumplen con los envíos de dinero. En el caso de Estados Unidos, que vive un año pre-electoral, los 60,000 millones de dólares destinados a Ucrania no son aprobados en el Congreso americano. Solo algunos países europeos están colaborando, temerosos de que, si no detienen a Rusia y la obligan a negociar, corran el riesgo de entrar en la voracidad del Oso. Polonia, la República Checa, Alemania, los países bálticos y los nórdicos están preocupados. Por ahora, Putin pretende seguir adelante y tomar para sí todo el territorio de habla rusa. El puerto de Odesa está muy cerca, y desde allí llegar a Transnistria, una franja de 4,163 km² provincia rebelde de Moldavia. Este interés, aseguran los expertos, radica en que en esta provincia rebelde pro-rusa existen almacenes repletos de munición de todo calibre, antigua pero totalmente operativa.
El temor de Europa radica en su crisis económica, especialmente Alemania, otrora el gran motor de este continente. La pérdida de gas y petróleo de bajo costo proveniente de Rusia hace que la gran industria alemana tambalee, elevando considerablemente sus costos operativos. Estados Unidos les vende el mismo gas y petróleo un 40% más caro. Otro factor es la agenda verde y su apuesta por las energías renovables, afectando la agricultura, el transporte y la industria. Tomaron la peor decisión posible al desmantelar todas sus centrales nucleares, una energía limpia que, controlada adecuadamente, es de primera. Francia no hizo caso y mantiene todas sus centrales, una sabia decisión.
A eso se agrega la muerte del líder opositor ruso Alexey Navalny. La Unión Europea entiende que Rusia no está jugando. No le temblará la mano finalmente si apretar el botón rojo sirve a sus intereses. Es una tiranía que conoce los miedos y debilidades de Occidente. Tantas mezquitas e inmigrantes musulmanes están cambiando la idiosincrasia de la Europa clásica. Se dice que, en 20 años, Francia dejará de ser un estado laico para convertirse en un estado musulmán, y la juventud EUROPEA ( generación de cristal ) está infectada de progresismo y no es consciente de lo que se les avecina.
Europa tiene que llevar a Rusia a negociar un alto al fuego para ganar tiempo y recuperar sus defensas. China es un actor primordial que puede servir de puente y hacer entender a los rusos que, por ahora, ese «manjar» llamado países bálticos puede esperar.