En los próximos 4 años sabremos cuál será el destino de Javier Milei y sus medidas económicas (le dan 6 meses de vida los golpistas, sindicalistas y kirchneristas). Ojalá que esto no suceda y que su gestión en la Casa Rosada (sede del gobierno argentino) sea positiva tanto para él como para su pueblo. Sin embargo, es innegable que las medidas tomadas en estos primeros 45 días de presidencia no solo buscan transformar la vida de su gente, sino que también están poniendo al descubierto las deficiencias de sus vecinos, como es el caso de Bolivia, antaño considerada una joya socialista de estabilidad y ejemplo de que el socialismo sí sabe de economía. Nada más alejado de la realidad, ya que la antigua fórmula de gastar sin considerar el futuro se aplica, como de manual, a los vecinos altiplánicos.
Con el sinceramiento de la economía argentina, la gradual eliminación del control de precios, la supresión de subsidios y el cierre de los pasos fronterizos desde Argentina hacia Bolivia, la economía boliviana, también subsidiada (la gasolina, por ejemplo), ha entrado en una espiral descendente. El aumento de más del 50% en el precio de la harina de trigo y otros productos impacta directamente en la mesa del pueblo. Para nadie es un secreto que gran parte de la economía de la frontera boliviana se basa en el contrabando, llevando productos a precios muy bajos al mercado boliviano desde Argentina. Este delito solía mitigar, de alguna manera, las necesidades de su población.
La notable caída de las reservas internacionales netas es evidente: solo tienen 100 millones de dólares en su banco central de reservas. Esta situación enciende las alarmas entre los economistas, ya que es una cantidad insuficiente para cubrir las necesidades de la economía boliviana. En pocas palabras, al ritmo de gasto que mantienen, solo tendrían divisas para un mes. Al agotarse los dólares, ¿cómo adquirirán los productos que la población necesita? Bolivia se presenta como una de las pocas economías hispanoamericanas en crisis para este 2024.
A esto se suma la crisis política interna, marcada por la lucha de poder entre el inefable Evo Morales y el actual presidente boliviano, Luis Arce. Este escenario presenta un panorama sombrío. Nuevamente, la esperanza se centra en los recursos naturales, especialmente en la pronta explotación del litio, una vez que termine la fiebre del gas. Sin embargo, surge una mala noticia: los dólares del litio no ingresarán hasta mediados de 2026. Mientras tanto, la única opción parece ser endeudarse con el FMI, China o los nuevos aliados iraníes, que siempre están dispuestos a mantener los privilegios y la ficción de su economía. No sería sorprendente ver más control de precios, más impuestos y más retenciones impositivas; en fin, todo el repertorio de medidas populistas al que el socialismo del siglo XXI nos tiene acostumbrados. Una vez más, Milei no solo intenta resolver la situación económica en su país, sino que también pone al descubierto las debilidades de los demás.