Estamos muy cerca de la fiesta más bella del mundo cristiano: la Navidad. La religión mayoritaria, monoteísta y abrahámica, con más de 2,300 millones de fieles, abre su corazón para celebrar el nacimiento del Hijo de Dios, el hombre más importante de la historia universal: Jesús de Nazaret. Esta fiesta reúne a las familias y sirve para reflexionar sobre nuestra actitud ante la vida misma. También nos invita a recordar que los cristianos no están solo en América o Europa; tenemos hermanos de fe en todos los continentes, muchos de los cuales sufren y atraviesan enormes dificultades. En Medio Oriente Asia y, África la persecución es especialmente cruenta, y es nuestro deber visibilizar esta realidad.
La cruenta guerra civil en Siria y su reciente desenlace nos hizo conscientes de que, en el complicado tablero geopolítico de Medio Oriente, hay cristianos que luchan día a día por su fe, resistiendo persecuciones, abusos, violaciones e incluso la muerte por defender sus convicciones. Los primeros cristianos —la primera iglesia en ser llamada «cristiana» fue la de Antioquía, ubicada al sur de Turquía— siguen presentes en Israel, Líbano, Siria, Jordania e Irak. Además, existen conversos a las enseñanzas de Cristo en países tan complejos por su sectarismo como Irán, Afganistán y Corea del norte.
Los datos sobre la persecución a los cristianos en el mundo según la organización OPEN DOORS son alarmantes:
• 1 de cada 7 cristianos en el mundo es perseguido.
• 1 de cada 5 cristianos en África enfrenta persecución.
• 2 de cada 5 cristianos en Asia son perseguidos.
• 1 de cada 16 cristianos en Hispanoamérica sufre persecución (Nicaragua es el país más hostil para los cristianos en nuestro continente).
En 2024, año que está por finalizar, 5,000 cristianos han sido asesinados solo por profesar su fe; más de 14,800 iglesias han sido atacadas, y más de 4,125 cristianos han sido detenidos.
En total, 365 millones de cristianos en el mundo sufren martirio por creer en Jesús y sus enseñanzas. En países como Corea del Norte, Somalia, Libia, Eritrea, Yemen, Nigeria, Pakistán, Sudán, Irán y Afganistán —la mayoría de ellos de religión musulmana—, la intolerancia es un signo distintivo y la vida para los cristianos es especialmente difícil.
En mi último viaje por Medio Oriente, tuve la oportunidad de conversar con una joven iraní conversa que abandonó el islam y abrazó el cristianismo. Por suerte, ella y su hija lograron escapar y pedir refugio. Me describió una situación dantesca, donde los conversos son golpeados, humillados y, en el caso de las mujeres, enfrentan un odio más sofisticado y perverso. Mi solidaridad brotó de inmediato, y le pregunté qué podíamos hacer para ayudar a esta creciente masa de hermanos perseguidos. Su respuesta me impactó: me pidió que oremos por ellos, no para que termine la persecución, sino para que su fe en Jesucristo se haga cada vez más fuerte, y así puedan resistir los embates de la intolerancia del islam.
Cuando estés en Nochebuena con tu familia, dedica un segundo para recordar a estos millones de cristianos que solo te piden una oración. Ellos darían todo por celebrar la Navidad como nosotros.
¡Feliz Navidad!
(*) Analista Internacional
