De confirmarse la tendencia de los últimos días, Donald Trump podría ser elegido presidente de los Estados Unidos de América. Será una elección épica y dramática, enfrentando a todo el establishment de la corporación progresista: la cultura woke, la «religión climática», el movimiento LGTB+, el feminismo radical, la ideología de género, la industria bélica, la ONU y sus dependencias. Todo lo que representa el globalismo está en contra de su regreso a la Casa Blanca. Los últimos acontecimientos en estas elecciones, consideradas las más tensas de los últimos 50 años, indican que el empate técnico entre Harris y Trump se ha roto y los números se inclinan a favor del Partido Republicano. Los estados clave, como Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin, parecen inclinarse por el lema «Make America Great Again». Las anécdotas de los últimos mítines tanto en el Partido Republicano como en el Demócrata podrían sellar el resultado final.
Los demócratas celebraron cuando un comediante, con evidente mal gusto, insultó a Puerto Rico en un mitin republicano, llamándolo una “isla flotante de basura”. «El voto latino está de nuestro lado», pensaron. Sin embargo, pronto Sleepy Biden tuvo su momento, y en una declaración que le salió del alma llamó “basura” a todos los votantes republicanos (más de la mitad del pueblo estadounidense). La pobre Kamala Harris (quien es una combinación de Cristina Fernández de Kirchner, Petro y Maduro) entró en una crisis total. Estos dos hechos podrían definir esta elección.
Europa y la OTAN también miran esta elección con especial preocupación. La promesa de Trump de hacer que los europeos paguen por su seguridad y sus relativamente buenas relaciones con Putin auguran que la guerra en Ucrania terminaría, no en dos días como él asegura, pero sí en no más de tres meses. Cabe destacar que, de ganar Kamala Harris, la tan temida “guerra nuclear” esta más que nunca y con el líder republicano se nos viene una “guerra comercial”, ya que se espera que imponga un 10% de aranceles a todos los productos que ingresen a Estados Unidos. Lo que no cambiaría sería el apoyo militar a Israel; ambos Trump e Israel comparten un enemigo común: Irán. Fue con la intermediación de Trump que casi se lograron firmar los famosos Acuerdos de Abraham entre Israel y las monarquías árabes, razón por la cual los terroristas de Hamas para evitar este hecho cometieron el execrable genocidio del 7 de octubre del año pasado en la fiesta Nova y sus alrededores.
El cambiante y complejo tablero geopolítico requiere jugadores de peso. Xi Jinping en China despliega toda su fuerza en el mar de China, con la vista puesta en Taiwán. Putin, sin un liderazgo sólido en Occidente, no dudaría en anexarse los países bálticos. La posible llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos podría traer más equilibrio y, por qué no, la libertad de Venezuela en una gran mesa de negociación, donde estos jugadores del póker político desplegarán sus mejores fichas para evitar que ese monstruo llamado “guerra mundial” vuelva a pisar fuerte.
(*) Analista Internacional
