El año que comienza renueva esperanzas y nos confirma una sospecha popular: si Dios no es peruano, al menos quiere mucho a este país. Deberíamos haber colapsado hace mucho tiempo, pero seguimos en pie, luchando, y con cifras macroeconómicas que nos enorgullecen. Nuestro querido Perú tiene el desafío de centrarse en seguir creciendo este 2025. Deberíamos enfocarnos en cómo crear más oportunidades para sacar a más peruanos de la pobreza, algo que es una necesidad imperiosa. Francamente, somos la envidia de muchos países.
Para este 2025, las proyecciones macroeconómicas son prometedoras: una inflación anual del 2 %, un crecimiento del PBI del 2.8 %, y un aumento del sector minero, nuestra principal fuente de divisas, del 2.7 %. Los hidrocarburos crecerán un 3.4 %, la inversión privada se incrementará en un 3 %, y la agroindustria continuará su expansión con la incorporación de más hectáreas de cultivo. Esto permitirá seguir inundando los mercados internacionales con productos como paltas, arándanos y espárragos. Además, nuestra moneda, el sol, mantiene una solidez frente al dólar que llama la atención, tanto que países vecinos lo están tomando como referencia, ante el fracaso de los modelos socialistas en sus economías. Ya sabemos que el socialismo es «la máquina perfecta para crear pobres».
Sin embargo, surge una pregunta: en un panorama tan alentador, ¿por qué no damos el gran salto? ¿Por qué no estamos en las ligas mayores? Identifico dos grandes problemas que nos retrasan y son un lastre para nuestra sociedad. El primero es la corrupción, un cáncer enquistado en todos los estamentos del país. El segundo es una clase política sin formación ni liderazgo. Soy generoso con los adjetivos al describir a la casta política peruana, tanto de derecha como de izquierda. Esta clase política ha mutado para peor, dándole voz a lo más inútil de la sociedad.
Gracias a una macroeconomía sólida y a un Banco Central de Reserva que opera como una isla de estabilidad, el país sigue avanzando. Sin embargo, esto se pone en riesgo cada vez que enfrentamos una elección general o surge algún «equino» elegido presidente que intenta desestabilizar el país. Este tipo de situaciones no son sostenibles a largo plazo.
En este 2025, debería surgir una nueva derecha patriótica, conservadora, defensora de la familia, el mercado libre y los valores. Una derecha dispuesta a darlo todo por los más necesitados, no mediante regalos fáciles, sino creando oportunidades. Esta nueva derecha debe enfrentarse al progresismo zombi y a los caviares ineptos.
En el horizonte de una derecha peruana debilitada, solo surgen dos nombres: el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, y el comunicador Phillip Butters. López Aliaga tiene la tribuna que le otorga la alcaldía de Lima y las megaobras que están en proceso. Por su parte, Butters aporta franqueza y la valentía de decir las cosas como son, desafiando lo políticamente correcto. Su valor es temido por la izquierda, ya que desmonta el mito de su supuesta superioridad moral e intelectual.
Ojalá este 2025 nos traiga una alianza que defienda los valores que el Perú reclama: familia, tradición, patria y libre mercado. Que así sea.
(*) Analista Internacional