La política argentina puede ser cualquier cosa, menos aburrida. Es un país lleno de locos, de entrañables locos, un experimento social permanente. Aquí, los últimos desquicios de un comunismo caduco y desfasado, un socialismo reconvertido convenientemente al progresismo de arcoíris y unicornios, e hipersexualizado; un sindicalismo cavernícola lleno de dirigentes con 30 años ejerciendo sus cargos, un populismo exacerbado manejado por gerentes de la pobreza; y una centro-derecha tradicional funcional a la izquierda, dan la madre de todas las batallas ideológicas, enfrentándose a la libertad de hacer y de pensar.
Con la aprobación de la Ley de Bases en la República Argentina, el gobierno de Javier Milei pasa de ser un administrador de crisis a gobernar. Se pone los pantalones largos. En Argentina han vivido 6 meses intensos de orden fiscal, reducción de la masa monetaria, reordenamiento del aparato del Estado, y de apagar la máquina de imprimir billetes. El resultado: una drástica reducción del déficit fiscal, 30% menos de gasto del Estado. En pocas palabras, una sostenida reducción del “impuesto” más vil que pagan los desposeídos: la inflación. Pero faltan las reformas de fondo, esas que la oposición caótica, fracasada y corrupta representada por el kirchnerismo/peronismo se niega a aceptar por todos los medios. Son conscientes de que, si le va bien al gobierno, nunca más volverán a la Casa Rosada. Esas reformas son las laborales, las de estabilidad para las inversiones extranjeras (seguridad jurídica por 30 años a inversiones por más de 200 millones de dólares), las impositivas, las privatizaciones, entre otras.
La Ley de Bases, o “Ley Ómnibus” por su tamaño, fue previamente negociada. De 660 artículos iniciales, en conversaciones con la oposición se redujo a 232 artículos. Aun así, la zurda fauna salvaje argentina no quería que esta ley pase y tenía sustento: con solo 7 senadores libertarios y 8 del partido de Macri, era imposible. Pero, al final, la demostración de que “la libertad avanza” tiene muñeca política, logró el objetivo: 36 senadores más el voto dirimente de la vicepresidenta del gobierno, Victoria Villarruel, le dan el triunfo político más importante de su gobierno. Con 56% de aprobación popular, este triunfo, si bien no es todo lo que quiere Milei, es suficiente para poder maniobrar y llegar con solvencia a las elecciones de medio término, donde se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio de la Cámara de Senadores. (¡Qué falta hace esta reforma en el Perú!) Si sigue como hasta ahora, ya sabemos que el próximo Congreso argentino será equilibradamente libertario y ahí sí, las reformas de fondo, las que quedaron en el tintero, llegarán. Por lo pronto, los nubarrones de golpe de Estado se difuminaron ante una oposición sin liderazgo, más preocupada en sus líos judiciales y en la pérdida de sus ingresos que provenían del Estado.
Para entender al nuevo líder de la libertad en Hispanoamérica, Javier Milei, entendamos a su maestro Jesús Huerta de Soto: “Sueño con un mundo sin estados que quieran acumular territorios y seres humanos para explotar fiscalmente, sueño con un mundo en donde los burócratas no laven el cerebro de nuestros hijos y sí, sueño con un mundo en donde esa mentira de sociedad de bienestar sea sustituida por el bienestar sin estado.”
(*) Analista Internacional