Tuve la oportunidad de ver el documental “Screams Before Silence” (Gritos Antes del Silencio) sobre los asesinatos de hombres, mujeres, niños y ancianos en el festival Nova de música en Israel. Intentar entender la magnitud, la premeditación, la alevosía y, sobre todo, el sadismo con que HAMAS (grupo terrorista palestino) asesinó, violó, decapitó y humilló a cientos de seres humanos eleva la escala de maldad a niveles nunca antes vistos. El especial ensañamiento con las mujeres judías amerita otra columna; solo queda decir que, si las mujeres de izquierda de Occidente supieran realmente lo que pasó en ese trágico día, no levantarían en su vida una bandera palestina.
Las conclusiones de lo acontecido el 7 de octubre de 2023 son varias y las enuncio de la siguiente manera: este atentado fue planeado con países extranjeros (Irán, entre otros) desde hace varios años. Las ayudas financieras a las universidades de Estados Unidos por parte del Estado de Catar, invirtiendo en ellas y manipulando a su juventud, así lo demuestran (poder blando le dicen). El progresismo internacional es totalmente funcional al antisemitismo por razones políticas y económicas (en España, Sánchez y su apoyo descarado al terrorismo palestino son una prueba de ello). El avance de los Pactos de Abraham, el entendimiento de Israel con algunas monarquías árabes, aceleró y encendió la brutalidad del atentado. El objetivo era que Palestina volviera a ser el centro de la controversia y lo consiguieron: 1,200 almas inocentes asesinadas cruelmente son mudos testigos de esta barbarie y, a la fecha, siguen en poder de estos psicópatas 116 seres humanos, entre ellos dos niños. Se me hiela la sangre de solo pensar lo que estarán pasando las jóvenes rehenes en este momento en que usted lee esta columna.
Soy católico, pero respeto y apoyo sin cortapisas en su lucha al pueblo de Israel; compartimos la misma herencia judeocristiana y la reivindico. Occidente, por una distorsión malévola de algo que la izquierda internacional llama progresismo, una “brillante” invención de reingeniería social (para dividir y descontextualizar a nuestra sociedad), puesta en práctica a la caída del Muro de Berlín, está socavando la esencia misma de nuestra cultura con el propósito más ruin: perpetuarse en el poder. En este punto no caben dudas: el Estado de Israel es el último dique de contención ante la amenaza que significa el islam. Ya Europa vive día a día con ese drama destructivo; ciudades como París, Barcelona, Oslo, Ámsterdam, Berlín y Copenhague etc. cargan con el fracaso multicultural. Barrios liberados donde la sharía (ley musulmana) se impone. Gracias a Dios, muchos nuevos líderes de la nueva derecha patriótica han despertado y le van a dar cara a ese grave problema, pero Israel está solo, rodeado de enemigos que quieren ver su desaparición como nación y como etnia. Eso el mundo occidental, con valores y tradición, no lo debe ni puede permitir; la causa de la nación de Israel es de todos los que creemos en la libertad de hacer y de pensar.
(*) Analista internacional