Carlos Linares Huaringa
Twitter: @carloslinaresh
Estamos ante un régimen inepto e improvisado que en solo ocho meses ha deteriorado la institucionalidad y llevado el país a la deriva, mientras se incrementan las evidencias de corrupción en el entorno más cercano de Pedro Castillo.
El desgobierno ha afectado tanto la economía como el empleo y los discursos vacíos del jefe de Estado ya no surten el mismo efecto. Incluso, ahora, generan en el ciudadano de a pie una reacción contraria, ya que constatan que solo se sustenta en mentiras y populismo barato.
Este escenario ha sido el natural caldo de cultivo para la indignación ciudadana vista en los últimos días. Es sintomático que el punto de mayor ebullición haya sido Junín, una región considerada la cuna del partido Perú Libre, que llevó al poder a Castillo.
Pero este hartazgo se ha ido masificando de manera progresiva, conforme se ha comprobado la incapacidad de Castillo y compañía para dirigir el país.
Según la última encuesta nacional de Datum, el 76% de peruanos está en contra de su gestión y el 59% quiere que se vaya.
Pero pese a este elevado rechazo, todo indica que no tiene pensado renunciar. La principal razón sería el miedo a enfrentar la justicia sin el ropaje de Presidente de la República.
Es por ello que se va a aferrar al cargo con uñas y dientes porque sabe que su salida del poder solo haría que le siga los pasos a sus sobrinos con mayor celeridad.
Y dado que desde el Congreso no avanzará una moción de censura, debido a la complicidad de congresistas infiltrados en las diferentes bancadas, solo será el pueblo -aquel del que tanto habla- el que lo obligue a irse.
Y es el miedo a ello lo que motivó que dictara al borde de la medianoche una inamovilidad social obligatoria sin sustento legal. Y al ver el fracaso de su maniobra, tuvo que retroceder.
A Castillo no le importa si destruye el país con tal de seguir arrasando con las instituciones y atornillarse en el poder, pero dada su nefasta gestión es la ciudadanía la que ahora está dispuesta a decirle basta.
Basta de ese desinterés por la salud que lo llevó a que recién, después de siete días, designara al nuevo ministro de Salud, tras la censura de Hernán Condori. El colmo es que demoró una semana para, al final, nombrar a Jorge López Peña, quien se desempeñaba como viceministro de Salud Pública.
Basta de un delirante primer ministro, Aníbal Torres, quien elogió la figura del genocida nazi Adolfo Hitler.
La propia embajada de Alemania en Lima le tuvo que aclarar en un comunicado que “Hitler fue un dictador fascista y genocida en cuyo nombre se llevó a cabo desde Alemania la peor guerra de todos los tiempos y se cometió un genocidio de 6 millones de judíos. Frente a este escenario, Hitler no es el referente adecuado como ejemplo de ningún tipo”.
La población se cansó y le grita a Castillo basta de impresentables, de incompetencia y corrupción.