Carlos Linares Huaringa
Twitter: @carloslinaresh
Pedro Castillo debe irse. Desde su llegada a Palacio de Gobierno ha liderado un proceso de descomposición institucional que, de no ser frenado, terminará por destruir al país al cabo de cinco años.
En estos siete meses en la Presidencia se ha desenvuelto entre el cinismo, la mentira y una descarada comodidad frente a la corrupción.
Su manifiesta incapacidad para gobernar no es una sorpresa. Él mismo se encargó de dejarla en claro durante la campaña, en cada una de sus declaraciones. Y fue elegido por sus votantes a sabiendas de ello.
Tanto por quienes, al sentirse excluidos de un proceso de desarrollo nacional, consideraban que un régimen de izquierda no podía afectarlos más, como por aquellos que por simple odio político y oportunismo estaban dispuestos a sacrificar el futuro del país con tal de impedir que su contendora llegara a la Presidencia.
De manera consciente decidieron respaldar a Castillo, sin importarles su mediocridad e ineptitud para el cargo. Por ello, debe quedar claro que la indignación mostrada por Verónika Mendoza y el sector caviar frente al gobierno, justo cuando son expectorados del mismo, solo representa una pataleta y falsa actuación por la pérdida de cupos en el gabinete.
Todos ellos se han sentido muy cómodos conviviendo con escándalos de corrupción estos meses.
No les incomodó el nombramiento de impresentables en altos cargos, ni el hallazgo de US$ 20 mil en un baño de Palacio, ni los encuentros clandestinos de Castillo, y mucho menos las ilegales presiones en las Fuerzas Armadas, Sunat y otras instituciones.
Actuaron como cómplices en todos estos casos. Recién cuando perdieron su cuota de poder es que por arte de magia se dieron cuenta de la incapacidad del mandatario y salieron a gritarlo a los cuatro vientos.
Demandaron una inmediata recomposición en el Ejecutivo, que es una manera edulcorada de exigir la devolución de puestos a cambio de su complaciente silencio. Y lo hicieron ondeando hipócritamente las banderas de la estabilidad, transparencia y lucha anticorrupción.
En el colmo de la desfachatez, algunos de sus voceros salieron a denunciar la derechización del régimen castillista.
El inquilino de Palacio y sus secuaces son los únicos responsables de la crisis generada y no serán ellos los que la solucionen, porque no tienen el más mínimo interés en dejar el poder.
Es por ello que caen en saco roto aquellas voces que dicen esperar una eventual renuncia del mandatario.
La salida debe ser constitucional y debe venir del Congreso. Se ha planteado desde la reducción del número requerido de votos para la vacancia, bajando la valla, hasta la declaratoria de incapacidad temporal de Castillo. Otras voces proponen una reforma constitucional que introduzca el juicio político presidencial durante el mandato.
Todos esos escenarios deben incluir la posterior salida de Dina Boluarte y la subsecuente convocatoria a elecciones.
Lo real es que la permanencia de Castillo es insostenible y los legisladores deben tener los pantalones para hacer frente a este desafío.