Me parece sumamente interesante lo que Project Syndicate publica de Yu Jie quien es un reputado investigador principal sobre China en el Programa Asia-Pacífico de Chatham House. Señala que los responsables de las decisiones chinas parecen esperar disputas amargas sobre comercio, tecnología y Taiwán, independientemente de que gane Trump o Harris la elección en noviembre.
Esto significa ir más allá del ámbito de los asuntos exteriores y coordinarse con los responsables de las políticas económicas, el personal militar y los líderes tecnológicos, así como movilizar recursos en todo el país. Esto pues en los últimos años EEUU ha incluido esfuerzos incansables para mantener la supremacía tecnológica, limitar el acceso de China al mercado global y construir una coalición de aliados, tanto en Asia como en otras partes, para enfrentar el “desafío chino”. Sintiéndose sitiada, China se está preparando para una enemistad a largo plazo con la mayor economía del mundo.
El paradigma ya no es entonces perseguir el crecimiento a cualquier precio, sino que ha pasado a construir una economía resiliente, impulsada por la innovación y capaz de hacer frente a las tensiones geopolíticas prolongadas. En esto Xi Jinping, también pretende reestructurar la economía y ayudar a reducir su excesiva dependencia del sector inmobiliario. El tercer pleno del XX Comité Central del Partido Comunista de China, que acaba de concluir, dio el visto bueno final a esta reforma a gran escala.
También está el avance científico y la destreza tecnológica como objetivos estratégicos clave de Xi. Y tal parece que hay la decisión a convertirse en un líder mundial en ciertos sectores tecnológicos. Pero las sanciones estadounidenses dirigidas contra empresas y personas tecnológicas chinas han frustrado estos esfuerzos.
Por ello el comercio y la inversión que son fuerzas estabilizadoras en las relaciones chino-estadounidenses, los dirigentes chinos les dan menos importancia porque sus beneficios tangibles para los vínculos bilaterales se han reducido significativamente, debido a la mayor competitividad comercial y a la transición del país de un modelo de crecimiento de bajo nivel basado en las exportaciones a una economía de alto nivel impulsada por la tecnología. En cambio, el rápido progreso de China en la fabricación de vehículos eléctricos y semiconductores ha avivado las tensiones comerciales con Estados Unidos.
Pero es Taiwán el tema más delicado en las relaciones entre Estados Unidos y China. Y ello porque los estrategas chinos consideran en gran medida que la situación actual es precaria, dado el nuevo gobierno independentista de Taiwán. Con el mismo fortalecimiento de las medidas disuasorias de Estados Unidos contra China, están reunidos los ingredientes para una confrontación en el estrecho de Taiwán. Se supone que Xi debería mantener conversaciones regulares cara a cara con quienquiera que los votantes estadounidenses elijan en noviembre y ello para garantizar que cualquier erosión adicional de las relaciones chino-estadounidenses no obstaculice el crecimiento económico, que sustenta la legitimidad del régimen. Por ello, China ha ampliado su influencia económica y política en el resto del mundo, sobre todo en el Sur Global. Esto podría dar tiempo a China para generar resiliencia económica y acelerar el ritmo del desarrollo tecnológico.
Los responsables de la toma de decisiones en China no se hacen ilusiones de que las tensas relaciones con Estados Unidos vayan a mejorar mágicamente en el futuro cercano. Pero no hay que ver la relación chino-estadounidense con un pesimismo excesivo. La política de China hacia Estados Unidos siempre ha sido y seguirá siendo el resultado de una deliberación equilibrada que tiene en cuenta el estado de los asuntos internacionales y las necesidades del país. Eso no ha cambiado, a pesar de los grandes cambios que se han producido en el panorama político durante el gobierno de Xi.
La rivalidad chino-estadounidense no desaparecerá de la noche a la mañana, las dos mayores economías del mundo aún podrían evitar el conflicto y las consecuencias catastróficas que probablemente se derivarían de él, sin importar quién entre en la Casa Blanca el año próximo.