En la batalla de Okinawa que duro 82 días desde abril a junio de 1945, las bajas fueron de un cuarto de millón y el despliegue de las fuerzas norteamericanas a las islas con más de 300 embarcaciones y miles de marines, fue inmenso.
Pero el número de bajas por mosquitos fue tremenda. En el año 1918, al final de la primera guerra, la llamada gripe española se señala mató 50 millones de seres humanos, más que la primera guerra y hay una epidemia denominada de Justiniano que también fue de espanto siglos atrás. A esto súmenle la peste bubónica. Ni que decir de lo que ha hecho el Covid 19.
Pero ahora resulta que hay un Anopheles Stephensi, una especie de mosquito portador de malaria que llegó a la ciudad portuaria de la pequeña nación de Yibuti, en el este de África, hace una década y fue ignorada por los funcionarios de salud pública. Es resistente a todos los insecticidas y se ha adaptado para prosperar en entornos urbanos y sobrevivir en estaciones secas.
Se está reproduciendo en lugares del centro del continente, y los entomólogos dicen que es inevitable una mayor propagación. Esto es informado por Stephanie Nolen para el NY Times ,quien asegura que África tiene experiencia y estrategias para combatir la malaria como enfermedad rural, pero ahora se enfrenta a la amenaza de brotes urbanos, lo que pone en riesgo a un número mucho mayor de personas y amenaza con acabar con los recientes avances en la lucha contra el paludismo, que sigue matando a 620.000 personas cada año, principalmente en África.
Stephensi se reproduce en el agua y prospera en ciudades congestionadas, donde los sistemas de agua entubada poco confiables a menudo obligan a las personas a almacenar agua alrededor de sus hogares, y la recolección deficiente de basura, donde los mosquitos ponen sus huevos.
La expansión de esta especie, analizado por un entomólogo y equipo de la Universidad de Oxford, concluyeron que la expansión de la especie pone a 126 millones de personas adicionales en riesgo de malaria. El post es extenso: https://www.nytimes.com/2023/09/29/health/mosquitoes-stephensi-malaria-africa.html
Hay otro post del New York Times, que nos señala que a lo largo de cientos de kilómetros de la costa del lago Victoria, en Kenia, un escuadrón de jóvenes científicos y un ejército de voluntarios libran una guerra sin cuartel contra una criatura que amenaza la salud de más personas que ninguna otra en la Tierra: “El Mosquito”.
Eric Ochomo, un notable entomólogo: “Parece como si los mosquitos estuvieran ganando”.
Y algo que se creía dominado ha vuelto evolucionado, ayudado por los cambios del clima, que ha llevado mosquitos portadores de virus que causan dengue y chikungunya, fiebres atroces y a veces mortales, a lugares donde nunca antes se habían encontrado. El dengue, antes una enfermedad tropical, se transmite ahora en Florida y Francia y se conoce que son las hembras de la malaria el mortal enemigo. Se han desarrollado algunos enfoques, como una nueva generación de herramientas que modifican a los mosquitos biológica y genéticamente para bloquear la enfermedad. En rigor, la malaria ha matado a más personas que otra enfermedad a lo largo de la historia de la humanidad. Hasta este siglo, la batalla contra el parásito era muy desigual.
Después, entre el 2000 y 2015, los casos de paludismo se redujeron en un tercio a nivel mundial y la mortalidad disminuyó casi a la mitad, debido al uso generalizado de insecticidas en el interior de los hogares, mosquiteros recubiertos de insecticida y mejores tratamientos y las vacunas.
Pero las muertes por malaria, que cayeron a un mínimo histórico de alrededor de 575.000 en 2019, aumentaron de manera significativa en los dos años siguientes y se situaron en 620.000 en 2021.
En América Latina, hubo más casos de dengue en el primer semestre de este año, más de tres millones, que en todo el 2022.
La composición genética de los mosquitos evoluciona a gran velocidad en respuesta a las condiciones ambientales cambiantes, también han desarrollado resistencia a la clase de insecticidas de uso generalizado, mientras que el propio parásito de la malaria es cada vez más resistente a los medicamentos que antes eran muy eficaces para tratarla. Además, un nuevo mosquito que prospera en las zonas urbanas ha llegado de Asia a África, donde la propagación de la malaria siempre se había limitado en gran medida al campo. Este cambio ha hecho que más de cien millones de personas adicionales sean vulnerables a las infecciones transmitidas por mosquitos, según han calculado hace poco investigadores de la Universidad de Oxford.
Siempre es una carrera contra el mosquito, a ver quién es más rápido: normalmente, el mosquito gana porque desarrolla la resistencia mucho más rápido de lo que salen los nuevos productos.
La Organización Mundial de la Salud exige dos grandes ensayos clínicos aleatorizados, realizados en dos entornos geográficos y epidemiológicos diferentes, que demuestren un impacto positivo significativo en la salud pública en ambos, antes de recomendar el uso de una nueva intervención contra los mosquitos. La organización afirma que la política está diseñada para garantizar que los países con medios limitados tomen las mejores decisiones sobre dónde gastar su dinero y para garantizar que los productos estén respaldados por pruebas rigurosas. Sin embargo, la multiplicación de los problemas de los mosquitos en el mundo exige cada vez más soluciones adaptadas a situaciones específicas: lo que funciona para proteger a los niños en el Sahel africano, no será lo que funcione para proteger a los leñadores en los bosques de Camboya.
Se me acabó el espacio de este extenso, escalofriante y esclarecedor post del New York Times, que hay que leerlo por la amenaza que ello representa: https://acortar.link/iqJ3Te