The Economist señala que, muchos en los EEUU esperan que la administración Trump tome un hacha, recortando el gasto y revirtiendo la regulación, después de dos décadas en las que la deuda gubernamental a nivel mundial ha aumentado implacablemente.
A 5.000 millas al sur de Washington, se está llevando a cabo un experimento extraordinario.
Y es que Javier Milei, presidente de Argentina, hizo campaña empuñando una motosierra, pero su programa económico es serio y una de las dosis más radicales de medicina de libre mercado desde el thatcherismo.
La izquierda lo detesta y la derecha trumpiana lo abraza, pero no pertenece a ninguno de los dos grupos.
La motosierra de Milei ha recortado el gasto público en casi un tercio en términos reales, ha reducido a la mitad el número de ministerios y ha creado un superávit presupuestario.
Ha habido una hoguera de burocracia, liberando mercados de los alquileres de viviendas a las aerolíneas.
La inflación ha caído del 13% intermensual al 3%.
La evaluación de los inversores sobre el riesgo de impago se ha reducido a la mitad.
En rigor, se agrupa erróneamente a Milei con líderes populistas como Trump, la extrema derecha en Francia y Alemania o Viktor Orban en Hungría.
No es así. Él es un verdadero creyente en los mercados abiertos y la libertad individual, tiene un celo casi religioso por la libertad económica, un odio al socialismo y, un desprecio «infinito» por el Estado y promueve el comercio con empresas privadas que no interfieren en los asuntos internos de Argentina, incluidos los chinos.
Es más popular en Argentina que sus predecesores recientes.
Pero el experimento de Milei aún podría salir muy mal.
La austeridad aumentó la tasa de pobreza, que saltó al 53% en el primer semestre de 2024 desde el 40% del año anterior.
Y la resistencia puede crecer y la oposición peronista organizarse.
Una eliminación de los controles de capital y cambiar un peso sobrevaluado a un régimen de tipo de cambio flexible puede propiciar una caída de la moneda y hacer que la inflación vuelva a subir. Y, un distraimiento de un Milei excéntrico, sobre el género y el cambio climático, relaje su misión principal de restaurar el crecimiento de la economía argentina.
Pero en este su primer año; La deuda pública mundial ha aumentado del 70% del PBI hace 20 años al 93% este año y alcanzará el 100% en 2030.La crisis financiera y la pandemia aumentaron el endeudamiento y crearon la sensación de que el gobierno siempre intervendrá cuando la gente se encuentre en adversidad.
Muchos países se enfrentan a un aumento de los costos de la atención de la salud y las pensiones a medida que la población envejece.
Las regulaciones solo parecen acumularse.
Los gobiernos no saben cómo romper el ciclo.
Algunas de las lecciones del Sr. Milei son técnicas.
Para recortar el gasto, ha pedido a los departamentos gubernamentales que reduzcan los gastos en adquisiciones, costos administrativos y salarios, en lugar de transferencias de efectivo a los más pobres.
Reconoció que el control del gasto en pensiones es esencial porque el envejecimiento de la población se come gran parte del presupuesto, una realidad fiscal que muchos países aún no han enfrentado.
Ha establecido la dirección para Argentina, pero delega el regateo legislativo a su personal y pide a ministros capacitados que supervisen la economía, sobre todo a Federico Sturzenegger, su zar de la desregulación.
Quizás la lección más importante es sobre el coraje y la coherencia.
A diferencia de Trump, no ha prometido desatar el poder de los mercados y los consumidores en un solo suspiro, y proteger a las empresas de la competencia en el siguiente.
Al ganar el argumento a favor de una reforma dura pero vital, ha demostrado que a los votantes acostumbrados a edulcorar las banalidades se les puede confiar las duras verdades.
Milei, con sus chaquetas de motociclista, su mantra «anarcocapitalista» y su temperamento explosivo, es un salvador improbable, y puede que no salve a la Argentina.
Pero su intento de enfrentar, de manera coherente y sistemática, una de las encarnaciones más extremas de lo que ahora es un problema casi universal merece ser observado de cerca en todo el mundo.
Incluso en la Casa Blanca.
Dios y el destino lo ayude. Es toda una esperanza.
Ver: https://www.economist.com/leaders/2024/11/28/javier-milei-my-contempt-for-the-state-is-infinite