En Roma, se señalaba que “Fortuna variable est”. Lo que sugería la frase es que la suerte y las circunstancias cambian constantemente y que nada es permanente. Hoy, esas palabras aplican al dominio del dólar como moneda de reserva mundial y al poder que Estados Unidos adquiere gracias a la supremacía del dólar.
Uno de los factores que impulsan la desdolarización proviene precisamente de Estados Unidos y de su situación financiera alarmante, con un déficit fiscal crónico y una deuda que supera los 34 billones de dólares. La capacidad del país para imprimir dólares a voluntad para enfrentar su crisis podría, a largo plazo, desencadenar presiones inflacionarias devastadoras.
Si los capitales comienzan a huir de la moneda estadounidense, es seguro que la confianza que históricamente ha sostenido al dólar se debilitará. Esto es una realidad que ya estamos viendo reflejada en las decisiones de los bancos centrales que, en lugar de acumular dólares, están optando por diversificar sus reservas.
El oro, las criptomonedas y monedas nacionales están asumiendo un protagonismo inesperado en la escena global. Estados como China, que acumulan oro para protegerse contra la depreciación del dólar, demuestran que la desdolarización no solo es una posibilidad. Es una acción activa.
El contexto internacional influyente también está acelerando esta tendencia. Las sanciones impuestas por Estados Unidos a países como Rusia han demostrado no solo ser un arma política, sino un catalizador que ha llevado a que algunas naciones busquen alternativas al uso del dólar para evitar sanciones adicionales.
La creación de acuerdos bilaterales entre países como Rusia y China para prescindir del dólar en sus transacciones comerciales es un claro indicativo de que la hegemonía del dólar no es un hecho garantizado para el futuro. Y países de la Ex URSS optan por lo mismo.
India, al optar por liquidar en rupias el petróleo que compra a Rusia, se convierte en un ejemplo más de cómo las naciones están marcando distancia o renegociando su relación con la moneda estadounidense.
No obstante, hay que tener en cuenta que las sanciones impuestas por Estados Unidos a otras naciones, como a Rusia, por ejemplo, es otro de los factores decisivos que están llevando a muchas economías en desarrollo a considerar la adopción de monedas alternativas y sistemas de pago que no dependan del dólar.
El proceso de la desdolarización le tomará tiempo y no será lineal. Tampoco quiere decir que desaparecerá el dólar estadounidense o que alguna otra moneda ocupará su lugar.
En cambio, lo que probablemente viene es un mundo multimonedas, donde ninguna será dominante, pero donde bitcoin jugará un papel fundamental, como activo neutral, con casi inexistente riesgo de contraparte, y por ello, clave para las empresas, instituciones, bancos, Estados y demás, que le tendrán en sus balances, como ya sucede.
Sin embargo, las stablecoins respaldadas por fiat reguladas por los EE. UU. pueden ofrecer una contranarrativa novedosa que puede ampliar el poder global del dólar y mitigar los impactos de la desdolarización. Incluso, le retrasarán por un largo tiempo.
Las decisiones de Trump con el Bitcoin, es otra variable que no se puede desdeñar.