En febrero del año pasado el gobierno de Hungría impuso un control de precios para una canasta de productos básicos. El Blog El Confidencial nos señala el fracaso de esta medida. Las limitaciones de compra son de un máximo de 1 kilo de papas, 1 litro de azúcar o aceite, y así por una lista de hasta seis productos, desde la harina a los huevos o pechugas de pollo.
El Gobierno de Viktor Orbán creyó limitar la inflación. El pasado noviembre, alcanzó el 22,5%, récord en los últimos 10 años, con la alimentación y energía como los principales impulsores de la escalada.
Las medidas, según el Banco Central húngaro, han provocado un efecto bumerán, con racionamientos, algunos desabastecimientos y aumentos de más del 200% en algunos productos relacionados.
El queso, por ejemplo, es ahora un producto de lujo. Y es más caro un queso húngaro que un queso francés. Los supermercados tenían que limitar el precio de la leche y mantener las mismas existencias, pero pagando a los proveedores mayores precios por la subida de los costes de producción y sin recibir ayudas.
Si las pechugas de pollo están limitadas, los muslos suben un 61%. Antes de que los huevos se añadieran a la lista de productos limitados, su coste había subido un 103%. Frente al azúcar normal, en polvo supera ya un aumento del 222% y así sucesivamente.
Todas estas cifras, según el Banco Central húngaro que su propio gobernador Gyorgy Matolcsy, dice que se enfrentan a una estanflación.
Ello lo señaló a principios de diciembre, en una comparecencia ante el Parlamento húngaro en el que pidió que las limitaciones de precios se eliminaran «inmediatamente». Especialmente en un contexto donde el florín se ha desplomado, lo que afecta a las importaciones.
Esto asusta los pequeños vendedores, temerosos de la multa si no cuenta con stock suficiente y, tienen que hacer pedidos nuevos casi todos los días, pero sin saber si podrá compensar las pérdidas. Y el gobierno sigue en sus trece, hasta abril al menos.