Ya hace un tiempo que se nos fue Roberto Abusada Salah, cuyas columnas en El Comercio eran de las mejores.
Una de ellas me impactó pues era una solución para tanto trámite y trabajo de tantos ociosos y empleados públicos que se inventan miserables trámites para coimas y supervivencia que ha hecho que la empleocracia y los gastos corrientes suban de un manera exagerada e irresponsable por diversos gobiernos y esto es el acabose, pues de tener un presupuesto de S/ 50,00 millones cuando asumió García en julio del 2,006 la presidencia, ahora se promueve uno de S/ 250,000 millones, que para remate esta inflado temerariamente en ingresos contra la opinión del propio Consejo Fiscal, con un MEF que ha perdido hace tiempo el norte y prestigio, aunque se hagan propaganda al igual que se está señalando” absurdamente” el hacer creer a la gente, que el sol es el dólar latinoamericano. Esto es una “Pachotada”, que repiten opinólogos y legos que no saben absolutamente nada de Política Monetaria y que son una vergüenza.
Bueno me acordaba de Roberto, con el cual discrepábamos algunas veces pero vaya que era listo, cuando él fue uno de los que realmente cambió hace ya tantos años, la nefasta Política Arancelaria que premiaba y protegía a tanto industrial realmente malo en el país y en contra de los consumidores.
Aquí la columna de Roberto escrita para el decano, justo ante la toma de mando de PPK y que desgraciadamente fue un gobierno tan limitado.
Las declaraciones de los integrantes del nuevo Poder Ejecutivo que se inaugura este jueves nos han revelado el probable tono del discurso presidencial de este 28 de julio. En el mensaje, Pedro Pablo Kuczynski (PPK) nos transmitirá la visión de un país que debe y puede encaminarse hacia la modernidad y la justicia social. Un concepto de modernidad basado fundamentalmente en la aceleración del crecimiento y una justicia social expresada en la igualdad de oportunidades y el acceso universal a un nivel esencial de servicios básicos.
El tema del agua ocupará seguramente un lugar central. No podrá evadir, tampoco, discutir los planes que ha concebido para paliar el problema de inseguridad ciudadana. Inversión y la formalización de la economía serán sin duda temas prioritarios en su discurso.
En el logro de este último objetivo –el de formalizar la economía–, de seguro anunciará su intención de disminuir impuestos y simplificar radicalmente el cumplimiento tributario por parte de las pequeñas y medianas empresas. PPK sabe bien que construir una economía moderna con el actual nivel de informalidad es muy difícil.
La informalidad es, sin embargo, un término equívoco lleno de áreas grises. Innumerables empresas informales cumplen algunos requisitos de la formalidad, pero les es imposible cumplir muchos otros que emanan de distintas instancias de gobierno, la mayoría de ellas ajenas al ámbito tributario.
Al mismo tiempo, muchas empresas formales tienen algunas características de informalidad e, increíblemente también, en el propio Estado abundan elementos de informalidad. Más allá del tema tributario, la causa de la llamada informalidad se encuentra en la sobrerregulación.
La frondosidad de reglas por cumplir se ha tornado inaudita. Existen unas 32 mil leyes vigentes, muchas obsoletas o inútiles, que ahogan la iniciativa empresarial y fomentan la informalidad y la corrupción.
Al rastrear el origen de este desbarajuste, observamos que muchas entidades del Estado han encontrado en la Ley del Procedimiento Administrativo General (Ley 27444, promulgada en el 2001 por el gobierno de transición), con sus 80 páginas y 244 artículos, el fundamento para crear buena parte de sus engorrosos procedimientos. Estos exhiben una heterogeneidad insólita a través de todo el territorio y miles de entidades públicas.
También podemos identificar los combustibles que se mezclan de manera funesta para alimentar este cáncer: la corrupción y los incentivos perversos de los llamados ‘recursos directamente recaudados’, un eufemismo que describe el proceso mediante el cual una entidad crea un trámite innecesario para cobrar por él.
No pasará mucho tiempo después de iniciado el gobierno para que el presidente y muchos de sus ministros descubran que el timón con el que pensaban dirigir la nación ha sido desconectado de las ruedas del Estado.
Para enfrentar este grave problema que afecta la conducción del buen gobierno, no caben parches ni remiendos. Los paliativos solo encontrarán la oposición virulenta de gran parte de los mismos agentes del Estado que se alimentan del actual sistema.
Cuánta razón tenía y tiene aún hoy día Roberto, con este enorme problema que nos aqueja y que sigue sin resolverse.