Por: Domingo García Belaunde / Hemos constatado en los últimos tiempos, cómo las palabras adquieren un sentido distinto al que deberían tener habitualmente. Esto se debe en parte a la existencia de una modalidad curiosa: lo “políticamente correcto”. Que es precisamente lo que hacen quienes abusan del lenguaje en forma desenfadada. Es decir, usan palabras sugestivas que significan lo contrario de lo que dice el diccionario. O en todo caso, algo distinto y alejado de su sentido primigenio. Y muchas veces, con fines inconfesables.
Lo que queremos decir es que, por usar las comillas, es que la palabra “transformación” que utilizamos tiene un sentido negativo y en cierto modo perverso. El cual ha entrado en nuestro mundo político, precisamente con el ingreso del ingeniero Martín Vizcarra a la primera magistratura en marzo de 2018.
Ahora bien, esta “transformación” es meramente verbal. Se enarbola a todos los vientos para vender humo y para seducir a las masas, adormecidas por un discurso mediático poco confiable. Veamos algunos ejemplos, tomados al azar de la vida cotidiana.
i) “Combatir la corrupción”. Todos saben lo que significa esta palabra, que el común de las gentes asocia con el mal uso del dinero. Pero esto no es todo. Decidir una licitación o dar un fallo o un cargo para favorecer a los parientes o amigos, es también corrupción. Ante esto, el gobierno, a través del presidente Vizcarra, inició esta agresiva campaña en julio de 2018.Los resultados han sido magros. Tal como declaró hace unas semanas el Contralor General, hoy existe más corrupción que antes. Y en cuanto a combatirla, si bien algo se ha hecho, lo curioso es que eso afecta en un alto porcentaje al entorno gubernamental. El propio Vizcarra tiene en trámite 46 denuncias penales en Moquegua, algunas detenidas en primera o segunda instancia, mientras esté en el cargo.
ii) “Reformas políticas”. Se entiende que son sustantivas y servirán para mejor. Una comisión llamada eufemísticamente de alto nivel, se dedicó a eso y preparó un mamotreto editado por una fundación que se ha difundido ampliamente. La comisión en realidad no hizo un trabajo independiente, sino recibiendo ordenes o sugestiones de Vizcarra. Se reunían en Palacio de Gobierno, para que no se olvidasen de lo que se pretendía. La mayoría de ellas mal planteadas, inaplicables o inconvenientes. Pero el coro mediático nos entonó una canción distinta y nos hizo creer que eso era lo mejor.
iii)” Prepararnos para el bicentenario”. Esto se ha argüido por muchos pensando en el 2021. Pero… ¿qué se ha hecho hasta ahora? Pues sencillamente nada y no habrá tiempo para nada. A diferencia de 1921, en donde el Centenario se celebró a lo grande, entre nosotros pasará inadvertido. Y esto por dos razones: la primera es que el gobierno de Vizcarra es inepto y no ha planeado nada. Lo segundo, es que no hay tiempo. Y esto por cuanto el actual gobierno termina su período en julio y lo sucede uno nuevo, que nada podrá hacer.
iv) “Reformas constitucionales”. Este es uno de los grandes inventos del régimen vizcarrista. Todas sus reformas han sido grotescas, mal pensadas y con ánimo injurioso. La única que parecía interesante, cual era volver al sistema bicameral, la bloqueó tan pronto pudo. Se dio cuenta de que era demasiado y se apresuró en vetarlas. Las demás han sido por el estilo. Peor aún, pensar que una reforma constitucional cambia el mundo político, es una mentira grosera o una gran ingenuidad.
v) “Estamos en la meseta”. Frase triunfalista para dar a entender que hemos superado la pandemia y estamos en franca mejoría. Sucedió todo lo contrario. Las cosas empeoraron y el resultado – hasta ahora – ha sido desastroso. El prestigioso “The Economist” tiene un reciente informe sobre el Perú que dice lo mismo (Gestión,24.07.2020) si bien en forma más elegante.
vi) “Somos respetuosos de la división de poderes”. Esto ha sido repetido hasta la saciedad por Vizcarra y sus adláteres. Esto significa en realidad que hay que arrollar al Congreso, al Poder Judicial, al Consejo Nacional de la Magistratura y a todo aquel que se le oponga. Prueba contundente de esto, es la manera como el presidente Vizcarra abandonó la asunción al mando de Bolsonaro en el Brasil y regresó presuroso a Lima, precisamente, para “reformar” el Ministerio Público. En la práctica no hizo nada, salvo enseñarse con algún fiscal que le estorbaba.
vio)” Obstruccionista”. Se denomina así a todo aquel que no piense como el gobierno. O que haga cosas distintas y con criterio propio, pese a que los diccionarios dicen lo contrario.
viii) “El pueblo lo pide”. Es un eslogan muy útil para hacer cualquier barbaridad, con un apoyo mediático impresionante. En realidad, el pueblo no pide muchas cosas, pero a él se lo atribuyen. De hecho, Castro y Chávez, como ayer Mussolini, Getulio Vargas y Perón, recurrieron a este mismo concepto para cohonestar sus destrozos.
ix) “Hay que hacerlo pensando en el Perú”. Frase que se escucha con mucha frecuencia. Y que significa simplemente: sigan mi planteo, pues yo estoy en la senda correcta y los demás no.
x) “Hay que estar todos unidos”. Es frase reciente que el presidente Vizcarra acuñó cuando el Congreso le devolvió el golpe y anuló las inmunidades y protecciones de los altos funcionarios. Esto significa tirar la toalla y darle un poco de aire al presidente, para esperar mejores tiempos. Y que todo vuelva a su nivel.
xi)” Extinción de dominio”. Es parte de la jerga procesal penal, favorita de jueces y fiscales. Consiste en robar una propiedad inmueble a una persona procesada, sin acusación fiscal ni sentencia. Al final, si el proceso no condena a nadie, el Poder Judicial se encoje de hombros y le dice al afectado: Sorry, me equivoqué.
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Como dice el viejo dicho, el papel aguanta todo. La verborrea es igual, más aún cuando se hace con gestos grandilocuentes y acompañado por un coro de escribas. No hay que dejarse sorprender por esta parafernalia. Lo señalado es un simple botón de muestra de un mosaico más nutrido.
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