Por: Eduardo Farah H. / Han pasado 100 días desde que empezamos a vivir una situación que ninguno de los peruanos imaginó, estar confinados en nuestras casas, pedir permiso para salir de urgencia a un hospital o a cualquier centro médico y después de haber recorrido un largo camino, darnos cuenta que tenemos que extremar cuidados, guardando la distancia requerida para movilizarnos en los diferentes unidades de transporte, de tal manera que evitemos a toda costa contagiarnos.
No por el hecho de que la cuarentena va a terminar, quiere decir que el COVID-19 ha desaparecido, no es así, tenemos que seguir luchando hasta esperar que un remedio o la vacuna nos libre de esta terrible pesadilla. Esta enfermedad mundial ha traído desgracia y desolación en todo el mundo, lo que no entendemos es que como hemos podido permitir que tanto en Lima, capital de la República del Perú, como en provincias nos esté faltando oxígeno para poder vivir, como ha sucedió en varios lugares, esto es inconcebible, no lo podemos permitir, no tener un lugar donde dormir no es tan peligroso, podría ser incomodo, sí, pero no peligroso, pero no tener oxígeno para paliar esta enfermedad mortal , eso se llama “asesinato”, palabra dura pero verdadera.
Nunca me imaginé que la gente tenga que atravesar estas circunstancias, hemos visto durante estos 100 días, como nuestras Fuerzas Armadas, Policiales y Serenazgo, han arriesgado han robado la comida del pueblo, la cual fue donada por el Estado y por las instituciones privadas, esto es un abuso y debe ser investigado por las autoridades pertinentes.
Muchos de nosotros hemos estado impedidos de trabajar por disposiciones del Gobierno, pero ahora estamos obligados a pagar los recibos de luz cuyos consumos no fueron efectuados y así también sucede con el gas, pues hoy nos encontramos en un pandemonio muy difícil de arreglar.
Nos ha tocado vivir tiempos muy difíciles y se vienen tiempos peores, donde muchos colegas van a perder sus empleos, no van a poder pagar su hipotecas, sus tarjetas de crédito y van a tener que pedir a los Bancos refinanciaciones de deudas adquiridas en tiempos de paz, cuando estamos en tiempos de guerra.
Para evitar los contagios, los transportistas deben trasladar la mitad de personas que transportaban, de tal manera que hoy los propietarios de las unidades indican que tienen que subir el importe del pasaje o que el estado les subvencione, los taxistas deben llevar cómo máximo dos pasajeros, todo esto hace que nuestra vida cotidiana, tenga que costar más, como dice el refrán “llueve sobre mojado”, por último ¿Qué haremos pagar nuestras deudas?, nadie lo sabe, lo único le que le rogamos a Dios es que esta situación termine lo antes posible.