Una vez más, Carlos Alcántara nos defrauda en su intento por hacer cine. Primero fue como actor, donde pudimos observar sus limitaciones interpretativas con el personaje de Cachín. Ahora, en esta secuela producida por Tondero, Alcántara deja la piel de Cachín para intentar ponerse en los zapatos de un director. Lamentablemente no lo logra. El resultado ha sido catastrófico. ‘¡Asu Mare! Los amigos’ se podría convertir en una de las peores producciones nacionales de los últimos años.
La fórmula de la historia siempre ha sido básica: uso excesivo de clichés, abuso de la coprolalia, pésimas actuaciones, paupérrimo guion y un grosero atrevimiento que los hace creer que lo que hacen es cine. Ver la película en Netflix solo me provocó lástima. ¿Acaso hay algo peor que una seudo comedia que no te haga reír?
Aquí, claramente, no existe una necesidad artística, lo que existe es una necesidad económica. Entonces, ¿qué es el cine para Carlos Alcántara? Probablemente ni él tenga esa respuesta, o tal vez creerá que es solo una mercancía. Pero lo que sabemos a ciencia cierta es que después de dirigir ‘¡Asu Mare! Los amigos’, Alcántara confesó que no sabe de cine y que vio tutoriales para dirigir.
Lo que tiene que entender Carlos Alcántara es que para hacer cine no basta con ver tutoriales. Ese atrevimiento es el gran problema de la mayoría de directores y actores peruanos: no ven cine, no van al teatro, no conocen sobre artes plásticas y muchos menos se alimentan de literatura. ¿Cómo así pretenden hacer cine? ¿Acaso no entienden que el cine es una de las artes interdisciplinarias?
Pero en las cabezas de la dupla Tondero – Alcántara, queda claro que el conocimiento del arte no es una prioridad, pues, además, nos demuestran que el talento tampoco importa, es por eso que entre sus “actores” vemos desfilar a personajillos sin alma que pululan en las redes sociales y a una congresista que jamás será recordada en los anales de historia.
Cintas como ‘¡Asu Mare! Los amigos’ no ayudan a la producción nacional, historias como esa solo alimentan el apetito personal de una productora parida para la publicidad y la de un actor encasillado en un personaje que pretende ser chistoso.
Al final hay público para todo, así como en otros países la porno-miseria es aplicada para llenar salas de cine, en el Perú también existen publicistas que utilizan como materia prima la mediocridad, la obscenidad y el “barrio” como pretexto para contar una mala historia. Tondero sigue subestimando al público, pero lo más absurdo es que hay empresas y bancos -como Interbank- que apuestan por productos como este.
Si quieren ver una película sobre la amistad y el amor, miren “Cinema Paradiso”, donde Totó y Alfredo te harán entender lo que es el cine y lo que son los amigos. Queda claro que, para lograr una industria cinematográfica en el Perú, queda mucho, muchísimo camino por recorrer.
(*) Periodista y director de la revista Lima Gris