Que la literatura es una de las formas de comprender el mundo, es algo que ustedes, lectores, ya saben bien. Por eso mismo suelo ser muy crítico con las ofertas literarias que pululan las librerías limeñas, las editoriales y los pocos diarios que dedican una página a los libros y la cultura, pero esta vez tengo que hacer una excepción, porque lo que ha logrado Gabriel Rimachi Sialer con su novela “La casa de los vientos” es escribir, a todas luces, la novela del año. Solo la buena literatura puede sacudirte y llevarte del llanto a la sonrisa.
Para escribir no solo basta el talento, también es necesaria la disciplina. En esta novela, Rimachi tras un año de intenso trabajo, ha logrado construir una historia ambientada en la Lima de los 80, 90 e inicios del 2000, en cada página somos testigos del crecimiento y desarrollo sentimental de Octavio Correa, un niño que se descubre diferente pero no sabe por qué exactamente, si no hasta que ya es adulto y comprende y acepta su homosexualidad en una sociedad que lo desprecia y lo humilla, que se burla de su intimidad, pero también que hace escarnio de ella. Y, sin embargo, atraviesan sus 320 páginas algo parecido a la esperanza. Porque hay esperanza en frases tan inteligentes como la pregunta que se hace Octavio, ya adulto, frente a la casa paterna a punto de ser demolida para dar paso a la construcción de un edificio multifamiliar: “¿Se puede construir algo parecido a la felicidad sobre los escombros de nuestra infancia?”.
La novela es también una crítica feroz a la sociedad actual, tan llena de frivolidades e hipocresías y de corrupción gubernamental, espacio donde Octavio trabajará ya adulto como funcionario del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, donde verá cómo es que se maneja el tema de la explotación sexual infantil, y también del oscuro mundo gay limeño, tan lleno de soledades, porque, como se desprende de la novela: no se puede, en el Perú, ser gay y ser -plenamente- feliz.
Dejando atrás los escombros y la infancia traumática de Octavio pasamos a la escuela secundaria en el colegio donde verá cómo se van apagando algunas luces y donde desarrollará las primeras enfermedades nerviosas. Con gran talento narrativo, Rimachi entra con todo en un tema que nadie ha tocado: la anorexia nerviosa masculina y su afectación psicológica. Pero también toca la desesperación por la soledad, la búsqueda del amor y las confusiones que este produce en los desesperados.
“La casa de los vientos” es una novela que toca muchas fibras, manejando con gran destreza temas difíciles sin ese afán ejemplificador de los que creen que lo saben todo, sino con la óptica del que corre la cortina para dejar entrar la luz que empezará a iluminarlo todo, mostrando incluso el lado más triste y perverso del ser humano.
La mejor novela de este 2022, sin duda alguna. Una novela que aterriza en la ficción las taras de un país como el nuestro. Una historia que ni Alfredo Bryce Echenique se atrevió a contar.
(*) Periodista y director de Lima Gris