Eli Akerman H.
Nosotros, los consumidores de noticias y medios de información estamos en un constante engaño. Sin embargo, no es por lo que consumimos, vemos o leemos, sino por nosotros mismos. Nos engañamos al creer que el trabajo investigativo está solo en manos de los periodistas y académicos, al tomar una opinión como verdad, y al no investigar más en los temas que nos importan (o los que nos deberían importar). Es una fuerte declaración decir que estamos condenados por nuestros propios pensamientos, y ciertamente no me excluyo de esto. Concibo que, de cierto modo, cada uno de nosotros somos víctimas de nuestras propias narrativas y modos lógicos de pensamiento. Explico.
En el año 1948, el Estado de Israel declara su independencia. Lo que para los judíos fue la restauración de su patria en su histórica, fue para los árabes palestinos el inicio de la Nakba (catástrofe en árabe), que hasta hoy en día los afecta. Según los medios judíos, fue la libertad; para los árabes, una catástrofe sin restauración; para los medios internacionales, guerra en el Medio Oriente.
No obstante, está claro que solamente una minoría de personas vivieron con sus propios huesos lo que fue toda la historia. Una gran cantidad de personas fueron (y son) espectadores, dependientes de las noticias y de los medios, para entender lo que pasaba. Los huecos de información son evidentes: un lado no reconoce la narrativa del otro. Esto proviene de cómo las personas son informadas sobre los hechos, y, incluso podríamos pensar, cómo se les sugiere pensar al respecto. Las esquirlas se expanden hasta nuestros días. Hace pocos meses, un conocido israelí me comentó que ni siquiera había escuchado la palabra Nakba, lo que demuestra que estos hechos pueden llegar a afectar significativamente el tejido social.
En ese sentido, debemos ser conscientes de no encerrarnos. Incluso considero irónico escribir un artículo al respecto, dando una sugerencia de cómo ver los medios de información. Es necesario tener una imagen completa sobre lo que pasa a nuestro alrededor.
Vivimos en una época donde existe una democratización de la información, donde accedemos a contenido de todo el mundo en cuestión de segundos. Sin embargo, este mismo avance incluye sus peligros. Un estudio de la Revista Science indica que las noticias falsas suelen viajar hasta seis veces más rápido que una real. Así que, ¿qué podemos hacer al respecto?
El cambio empieza en mí. Son miles las noticias relevantes que nos podrían llegar en un solo día. Sin embargo, hay que mantener una buena dosis de pensamiento crítico que nos permita tener un espectro amplio, y de este modo poder formar nuestra propia opinión. Los artículos pueden ser utilizados como una guía para nuestra concepción global, mas no como una verdad absoluta. La labor de los periodistas e investigadores profesionales es sumamente importante, pero esta debe ser acompañada de una lectura amplia, entender los acontecimientos de manera íntegra y tomar nuestro propio criterio para formar una opinión.
Cada historia tiene diferentes caras, dependiendo de quien las cuente. El objetivo no es apoyar a la que más nos convenga, sino escuchar todos los posibles actores involucrados y lograr vivir con esa incomodidad de leer las noticias que no necesariamente están de acuerdo con nuestra preconcepción.
