La respuesta patética e hipócrita de la ONU a la horrenda masacre de Hamás del 7 de octubre, alcanzó uno de los puntos más bajos en la escala de la moralidad a la que se ha rebajado la organización desde su fundación en 1945.
Las atrocidades llevadas a cabo por los terroristas de Hamás contra hombres, mujeres y niños son materia de pesadillas. No sólo se disparó y mató a hachazos a civiles desarmados, sino que familias enteras fueron quemadas vivas y bebés asesinados en sus cunas, mientras que mujeres y niñas israelíes fueron sistemáticamente sometidas a tortura, mutilación sexual y violación masiva, un crimen de lesa humanidad.
Más de 1.200 israelíes fueron masacrados en el espacio de 24 horas, aproximadamente 360 de ellos, jóvenes asesinados en un festival musical. Otros 240, incluidos bebés y ancianos, fueron secuestrados, con más de 130 que aún siguen retenidos en la Franja de Gaza. Ni uno solo de los secuestrados ha recibido una visita de la Cruz Roja.
¿Qué es lo que hicieron las Naciones Unidas en el afrontamiento de estos horrores? No mucho. En realidad, casi nada.
Desde su establecimiento, Israel ha sufrido discriminación en la ONU y una actitud abiertamente hostil desde muchas de sus oficinas y agencias. Sin lugar a dudas, la conducta de la ONU desde el 7 de octubre, que convierte en una farsa su mandato de promover los derechos humanos y tratar a todos los seres humanos por igual, ha sido vergonzosa y dejará una mancha en su imagen, que nunca podrá borrarse.
La mayor decepción ha sido ONU Mujeres, una organización supuestamente dedicada a la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Después de que Hamás desplegara una violencia sexual sistemática como parte de su estrategia de terror, y con la evidencia de esos crímenes acumulándose, ¿Cómo se imaginan que ONU Mujeres reaccionó en respuesta?
Bien, durante cincuenta días consecutivos ONU Mujeres, bajo la dirección de Sima Bahous, sencillamente, ignoró a las víctimas. A pesar de los testimonios sobre el asesinato de mujeres, las imágenes de mujeres secuestradas, heridas y atadas, la verificación de abusos sexuales, ninguna de las evidencias le interesaba en lo más mínimo a la Sra. Bahous. Sólo el 1 de Diciembre, casi dos meses después de la masacre y la violación masiva, Bahous consideró emitir una declaración condenando la violencia sexual perpetrada por Hamás, y eso, tras una fuerte presión.
Tampoco Reem Alsalem, relatora especial de la ONU sobre la violencia contra las mujeres y las niñas, se sintió demasiado conmovida por los violentos ataques contra las mujeres en Israel. Cuatro días después de la masacre, el 11 de octubre, se apresuró a escribir un post en X (antes Twitter) de una hipocresía sin parangón para alguien que se supone apoya a las mujeres, calificando esas cuentas como “falsa información y desinformación”. ¿Me Too? No si eres judío, y mucho menos israelí.
Estas dos altas funcionarias para cuestiones de mujeres, que reciben sus salarios de las arcas de la ONU, abusaron de su cargo. En lugar de ser una voz para las mujeres que fueron violadas, secuestradas y asesinadas, se alinearon con los terroristas que cometieron esos crímenes.
En ese terrible día de octubre, 39 bebés y jóvenes israelíes fueron secuestrados a Gaza. Una niña de 4 años fue secuestrada ella sola, tras presenciar el asesinato de sus padres. En cautiverio, estos niños estuvieron sometidos a terrorismo psicológico, como obligados a ver videos gráficos de la barbarie de Hamás y se les mantuvo en condiciones infrahumanas, experimentando hambre extrema y negándoseles la medicación.
Cabía esperar que UNICEF, la agencia de la ONU para la infancia, cuyo lema es “para todos los niños”, publicara una exigencia apasionada de liberación inmediata de los niños secuestrados, por ejemplo, el 20 de noviembre, Día Mundial de la Infancia. Pero nada de eso ha ocurrido.
La directora ejecutiva de UNICEF, Catherine Russell canceló una visita a Israel, así como un encuentro con familias de los niños secuestrados, alegando que había resultado herida en un accidente de tránsito, pero de algún modo encontró fuerzas para visitar Gaza al día siguiente. Al igual que ONU Mujeres, UNICEF ha dejado clara su postura “para todos los niños”, excepto para los niños israelíes. Posiblemente, lo más significativo de todo sea la indiferencia demostrada por el secretario general de la ONU, António Guterres hacia el sufrimiento israelí.
Resulta revelador que, al denunciar uno de los ataques terroristas más brutales de la historia reciente, lo hiciera de un modo muy seco y conciso, en agudo contraste con el emotivo mensaje que utiliza al hablar de los palestinos.
Además, el secretario general consideró importante agregar ese notorio “pero” a cada oración. “No ha ocurrido en un vacío”, dijo en referencia a la masacre del 7 de octubre, como si hubiera un contexto en el cual violar a mujeres, quemar a familias vivas y decapitar a personas inocentes pudiera justificarse alguna vez. En lugar de culpar clara e inequívocamente al agresor, en efecto, Guterres sugería que las víctimas tenían la culpa de sus propias muertes.
A los ojos de los funcionarios y entidades de la ONU, ser israelí es, aparentemente una justificación suficiente para ser torturado y asesinado.
Y así, la ONU, una organización que fue establecida, como se especifica en su Carta fundacional, para “reafirmar la fe en los derechos humanos fundamentales, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas” no ha cumplido con sus compromisos más básicos, al menos siempre que los israelíes estén involucrados.
Esa, tal vez, sea toda la historia.