Hasta donde se sabe hay 27 partidos políticos nacionales inscritos y 98 reservas de nombres para listas electorales de toda laya, desde partidos para postular presidentes hasta postulaciones parlamentarias y municipales regionales y distritales. De tal manera que va a ser muy difícil un proceso electoral con más de 30, 40, 50 o más candidatos presidenciales y otras tantas listas parlamentarias.
Frente a la crisis de partidos, en el sentido de que no los tenemos sólidos e históricos sino frágiles y volátiles, cabe plantearse una norma provisional y transitoria, a modo de proyecto piloto, que se fije para las elecciones del año 2026. Que no se acepten listas partidarias sino de alianzas de al menos 5, 6 o 7 partidos cada una, por decir algunas cifras.
Tanto más que sería complicado tener listas de unos 50 candidatos para escoger. Estados Unidos tiene normalmente dos y, a veces, un independiente que normalmente pierde.
Se trataría de reducir los candidatos presidenciales y las listas parlamentarias a media docena más o menos, una cantidad más aceptable para el elector promedio. Las cúpulas partidarias tendrían el reto de negociar. Buscar partidos afines. Formar alianzas con programas comunes. Fijar uno o dos lemas proritarios para sus campañas. Ubicarse en el panorama político nacional: derechas e izquierdas. Sacrificar ambiciones y seleccionar los líderes que puedan llegar a ganar las elecciones. Asegurar delegados para todas las mesas electorales de selva, sierra y costa, de tal manera que no se burle la voluntad popular cambiando los resultados para poner todos los votos de muchas de las listas al peor candidato, como hizo Perú Libre con Pedro Castillo, dándole así una victoria írrita.
Siempre habrá críticos a esta propuesta, así es la política partidaria. Pero conviene reflexionar cuál es la mejor fórmula que nos de como resultado un buen presidente de la República y una buena mayoría parlamentaria en el Congreso. Si conseguimos al menos evitar el papelón de candidatos impresentables y listas congresales como las que llevaron muchos de los actuales parlamentarios a la plaza Bolívar, habremos dado al menos un paso adelante. Se ha dicho que la madurez política de los pueblos se mide por siglos, por décadas, no por años. Buenos, la tercera década del siglo XXI, tercero de la República, podría aportarnos un paso adelante en el sendero democrático de la nación peruana.
Podríamos pensar en seis candidatos presidenciales: Antauro Humala (peor que Pedro Castillo) por la ‘Alianza ANTAURO’. Vladimir Cerrón por los minipartidos marxistas en ‘Alianza de Izquierda’. Nicolás Boluarte, con grupos formados como partidos, en ‘Alianza por la Izquierda Moderada’. Carla García por el Apra y la Alianza para el Progreso, etcétera, en ‘Alianza Popular Progresista’. Carlos Neuhaus Tudela por el PPC, AP y otros partidos de vocación socialdemócratas, por ‘Alianza de Centro Popular’. Y Keiko Fujimori más partidos como Renovación Popular, en la ‘Alianza Fujimoristas Unidos’. Nos gusta que el Perú tenga partidos con personalidad, pero las alianzas son, en estas circunstancias, el mal menor.
(*) Periodista