El APRA, la Alianza Popular Revolucionaria Americana, cumple su primera centuria y lo hace en medio de una dramática realidad latinoamericana en la que, más allá de los temas de la coyuntura local, es la moral pública la que está en entredicho. Esta circunstancia, parece no distar mucho de aquel dramático momento de 1924 en la que se fundó el partido, desarrollando un largo y por momentos empedrado camino de sacrificios y lucha por las libertades, empeñados en la construcción de una sociedad democrática en la que el hombre debe ser, efectivamente, el fin supremo de la sociedad y el Estado.
Desde inicios del siglo XX, siendo muy joven, Victor Raul Haya de La Torre confrontó a la sociedad de explotación y sus gobernantes, siendo perseguido, apresado y, tras una auténtica huelga de hambre, enfermo y debilitado, fue exiliado a la ciudad de México, lugar donde el 7 de mayo de 1924, bajo los auspicios de las Federaciones estudiantiles de América y movimientos progresistas, fundó el APRA, un Frente Único de Trabajadores Manuales e Intelectuales que organizó desde el destierro, un vasto movimiento antiimperialista continental, con el objetivo de alentar partidos nacionales que pudieran responder al unísono, a la política colonial del imperialismo de la época.
Sorprendió a los gobernantes conservadores, que el aprismo llamara exitosamente a la incorporación masiva a la política, de trabajadores, jóvenes, mujeres y todas las minorías avasalladas por el modelo económico, planteando el fin de un modelo de explotación que generaba sobreganancias, una riqueza concentrada en manos de muy pocos, mientras muchos no tenían absolutamente nada.
Cien años de vida institucional, le permite al APRA exhibir una solvente Carta Democrática que convierte al pensamiento hayadelatorriano, en fuente inspirador de la corriente antiimperialista continental de la izquierda democratica, cuyas banderas hablan del ejercicio de una ciudadanía liberadora y de gobiernos que hacen de la moral y el progresismo democrático, una ruta posible hacia el desarrollo.
En el Perú, el APRA defiende una original y creadora visión de la historia, exhibiendo, por lo menos, dos momentos cumbres de una actividad que redefine la República. La primera, cuando tras la lucha por expulsar a los militares del poder, inspiró la Constitución Política de 1979 presidida por el propio Haya de la Torre, quien se preocupó en consagrar el Tribunal de Garantías Constitucionales, los derechos humanos, la seguridad social y las conquistas obtenidas por el pueblo trabajador, iniciativas apristas con las que el país transitó hacia la democracia reconstituida en 1980.
En esa misma perspectiva, el aprismo llegó a gobernar con Alan García Perez, realizando una gestión que, con extraordinaria inversión pública y privada, redujo sustancialmente la pobreza, generando empleo digno y auspiciosas políticas públicas que renunciaron al asistencialismo clásico, para apostar por la participación popular, logrando índices sorprendentes en la atención de la salud, saneamiento, educación y vivienda, todo esto, en el marco del crecimiento de la economía nacional, cuyos niveles fueron comparables con los de China, el gigante asiático.
Nadie pone en cuestión el protagonismo del APRA en estos 100 años, tampoco, el impulso que le dio a la gente para que pudiera participar activamente en la política hasta lograr elevar la vieja idea de la moral, al nmivel programatico de su movimiento como un componente irrenunciable de la actividad pública, visión con la que el el pensamiento de Haya de la Torre ingresó al siglo XXI, mostrando la consistencia de un verdadero partido políico basados en ideas y programas que convocan ciudadanos sin distingos y, para la misma causa liberadora que desde hace un siglo reorienta el curso de la historia del país y de Indoamérica, la patria grande continental.
(*) Investigador, escritor, periodista y abogado.