Por Igor Romanchenko
A pocos días de finalizar la presidencia rusa de BRICS, quisiéramos hacer un comentario final sobre las publicaciones relacionadas con este tema que han aparecido en el espacio informativo local, similares al artículo «La farsa de los BRICS» publicado en el diario El Comercio por el analista peruano I. Vásquez.
En general, todo el texto del artículo es una clara confirmación de que su autor ni siquiera consideró necesario familiarizarse detenidamente con el trabajo en general de nuestro país durante su presidencia del foro, ni, en particular, con el contenido del documento final de la cumbre celebrada en Kazán. Esto plantea la pregunta: «¿Cuál es el objetivo de este material?» Como en la mayoría de la interpretación casos relacionados con Rusia en El Comercio: intentos irreflexivos y generalizados de colocar etiquetas como «sin fin de ideales», «hipocresía», «la farsa», confiando en la credulidad de los lectores hacia este periódico considerado como prestigioso.
Al mismo tiempo, el autor obviamente no se dio cuenta de que la declaración de BRICS en Kazán es producto del consenso de influyentes actores de las relaciones internacionales que mantienen posiciones soberanas sobre un amplio espectro de importantes problemas contemporáneos, desde la resolución de crisis en Ucrania, Medio Oriente, Libia, Siria y Sudán del Sur hasta la renovación del acuerdo nuclear iraní y la reforma de las instituciones de Bretton Woods, considerando una mayor representación de países en desarrollo, etc. El trabajo de los participantes de la agrupación este año, como siempre, se estructuró en direcciones prácticas de cooperación relevantes para los intereses comunes. ¿Se puede llamar “la farsa” al documento? Que el lector decida por sí mismo.
En cuanto al «idealismo» de los objetivos, si el autor se hubiera tomado la molestia de estudiar minuciosamente la trayectoria de desarrollo de BRICS, habría visto que el foro se constituyó desde su creación una «voz» del Sur Global y defensor de la participación plena de los nuevos centros de poder de la política y economía mundial en la toma de decisiones globales. Además, BRICS mismo muestra un ejemplo de un nuevo formato de diálogo y cooperación internacional, basado en el respeto mutuo de la igualdad soberana y los intereses de los participantes, sin interferencia en sus asuntos internos.
Para concluir. Se afirma que «el mundo no necesita el modelo alternativo de gobernanza que representa BRICS». Solo queda lamentar que tales pseudo-publicistas, incapaces de generar por sí mismos ideas concretas que significa para ellos el orden mundial «ideal», ni siquiera prestan atención a la cantidad de solicitudes de países que desean unirse a BRICS en diversos formatos. En lugar de esto, el autor, representante de una ONG occidental, persistentemente implanta en la conciencia pública la idea de la inquebrantable hegemonía del «millón dorado» en las relaciones internacionales. ¿Con qué propósito? Que el respetado lector peruano decida por sí mismo.
(*) Embajador de Rusia en el Perú