Soy aprista desde la fecha en que nací, dejando la decisión a mis padres. Hoy, ya viejo, a los noventa y dos años, no claudico, no cedo y creo, con los apristas que entraron a la vida política del Perú en 1924, que debemos tomar el poder para barrer de la vida pública a los oportunistas, a los ventajistas, a los claudicantes, a los prevaricadores, que se han apoderado del aparato estatal expresado en el Parlamento, en el Poder Judicial, en el Tribunal Constitucional, en el Defensor del Pueblo y en el Poder Ejecutivo.
No se necesita ser zahorí para pronosticar que este régimen se derrumbará y que todas sus obras (que no se conocen) se hundirán por falta de enjundia y cimientos. Derrocado que sea este gobierno, habrá un interregno e ingresarán a Palacio y demás instituciones gentes de izquierda democrática, antiimperialistas, liberales. Hay que prepararse para el nuevo Perú. Tomemos lo bueno del siglo XIX, con sus caudillos de entonces.
Ahí están para testificarlo, el presidente Manuel Pardo, asesinado por la oligarquía (1976) y Nicolás de Piérola, guerrillero, que se enfrentó a la invasión traidora de la chusma chilena; Manuel González Prada, con su pluma incendiaria y los demás con la excepción de Castilla, gente sin trascendencia y sin espíritu constructor que arquitecturara el verdadero aprismo. No. Esto no es la opinión sectaria de un compañero.
Es el pensamiento que embarga a todos los peruanos de tener una democracia funcional, con instituciones verosímiles en los que no tendrán sitio los logreros ni los pillos. Preparémonos para escuchar a los nuevos y modernos Manuel Pardo y Piérola. Tendremos un país gobernado por los honrados y los precursores del bien y en la cárcel terminarán todos los tipos siniestros responsables de la crisis del Perú.
Yo lo haré al amparo del aprismo, mi partido, al que pertenezco más de noventa años. Moriré cantando la Marsellesa de Sabroso con igual significado de la Marsellesa francesa: Libertad y justicia social. Sentimentalmente los jóvenes y los muy viejos recibiremos bajo palio a los líderes que manejen el leguaje histórico de la Alianza Popular Revolucionaria Americana. No estamos solos, el partido afirmará continentalmente su ideología antiimperial y antireaccionaria.
II
Hace unos días me han visitado dirigentes y jóvenes apristas interesados en conocer los orígenes del APRA; por ello les recordaré pasajes fundacionales del aprismo y biográficos de Víctor Raúl Haya de la Torre recogidos en la obra de Hugo Vallenas.
Haya, exiliado en México (1924), quedó impresionado por la realidad mexicana posrevolucionaria, donde todavía podía verse campesinos con el fusil en la espalda y el sombrero alado al cuello, con cartucheras en cintos y bandas de cuero.
Las ideas nacionalistas de José Vasconcelos influyeron en Haya de la Torre. En la carta del 13 de febrero de 1924 se difunde un Mensaje a los estudiantes peruanos, donde se invoca a vincular la lucha por “libertad con justicia social” con objetivos antiimperialistas. Vasconcelos denunciaba que “en el Perú, en México y en Chile, son los extranjeros los que hacen los ferrocarriles, los puentes (…) No hemos llegado a construir verdaderas naciones independientes, sino soberanías ficticias”.
La entusiasta difusión de aquella carta no solo en el Perú, sino en toda América Latina, viene a ser la primera iniciativa nítidamente antiimperial del joven Haya. Luego vendría su participación en la protesta continental contra el intento de EE.UU. de anexarse Panamá –lo cual se materializó por un plebiscito de mayo de 1924—. Haya, con su “Carta a los estudiantes y obreros de Panamá”, de aquel año, marca el inicio de su preocupación firme y sistemática por Latinoamérica; decía:
“El imperialismo yanqui, máquina siniestra del capitalismo, avanza tentacularmente sobre nosotros (…) afortunadamente, la nueva generación de estudiantes y trabajadores va comprendiendo el peligro (…) y está dispuesta a luchar contra él.”
Haya, entonces, concibe la fundación de un organismo capaz de llevar al terreno político sus esperanzas de apóstol y la madurez de sus conocimientos. El 7 de mayo de 1924, ante grupos de estudiantes mexicanos, Víctor Raúl, expresa por primera vez los puntos programáticos de la nueva organización.
Una bandera de color rojo y, en el centro de un círculo de oro, el mapa, también áureo, del continente indoamericano, fue entregada a la Federación de Estudiantes, representaba el anhelo de la nueva generación indoamericana, el ideal bolivariano que insurgirá alguna vez en las veinte repúblicas unidas por un mismo espíritu, símbolo de unión continental.
Indoamérica se salvará si sigue nuestros ideales apristas y continentalista.
(*) Jurista, exconstituyente, exdiputado, exsenador y excongresista de la República.