Vamos a ocuparnos de los exjefes de Estado desde que nacimos como República en 1821 a la fecha. En el siglo XIX tuvimos, primero, al Protector José de San Martín, seguido por José de la Riva Agüero, José Bernardo de Torre Tagle, Simón Bolívar, José de La Mar, Agustín Gamarra (2 veces), Luis José de Orbegoso (2 veces), Felipe Salaverry, Manuel Menéndez (2 veces), Francisco de Vidal, Manuel Ignacio de Vivanco, Ramón Castilla (2 veces), José Rufino Echenique, Miguel de San Román, Juan Antonio Pezet, Mariano Ignacio Prado (2 veces), Pedro Diez Canseco, José Balta, Mariano Herencia Zevallos, Manuel Pardo, Luis La Puerta, Nicolás de Piérola (2 veces), Francisco García Calderón, Lizardo Montero, Miguel Iglesias, Andrés A. Cáceres (2 veces), Remigio Morales Bermúdez, Justiniano Borgoño, Eduardo López de Romaña.
En el siglo XX ocuparon la jefatura del Estado: Manuel Candamo (1903), Serapio Calderón, José Pardo y Barreda (2 veces), Augusto Leguía (dos mandatos, de 4 y once años), Guillermo Billinghurst, Oscar R. Benavides (2 veces), el siniestro Luis Miguel Sánchez Cerro, Manuel Prado Ugarteche (2 veces), José Luis Bustamante, Manuel Odría, Pérez Godoy, Lindley López, Fernando Belaunde Terry (2 veces), Velasco Alvarado, Morales Bermúdez, Belaunde Terry, Alan García, Fujimori (diez años hasta el 2000) y la mesnada de sucesores del presente siglo XXI.
De esa relación fueron asesinados en el ejercicio del poder: José Balta en el cuartel de San Francisco (1872), por los tristemente célebres hermanos Gutiérrez; y, el canalla Sánchez Cerro (1933). Hoy estamos en el siglo XXI y, aparentemente, no habrá crímenes fuera de los dos militares (Balta en 1872 y Sánchez Cerro en 1933). Pero la historia no concluye; en el sótano de la política peruana hay una tendencia silenciosa y dramática de erradicar a quien gobierna o han gobernado. Para romper esta historia tétrica del Perú es fundamental derrocar y fulminar al régimen actual y convocar a elecciones generales en las que aparezca un novísimo Parlamento y un novísimo jefe de Estado no vinculados al nefasto ayer.
II
Basadre, en su “Historia de La República”, Tomo I, señala que en parte del siglo XIX tuvimos seis intentonas de regímenes constitucionales en diez y ocho años. Tres liberales (1823, 1828 y 1834) y tres autoritarios (1821, 1826 y 1836). Las Cartas liberales fueron fruto de asambleas constituyentes, siendo la primera de las mencionadas, la de 1823 que otorgó su partida de bautismo a la República. Las Cartas autoritarias, en cambio derivaron del caudillaje de San Martín, Bolívar y Santa Cruz, pero no prosperaron por haber sido tachados de extranjeros.
Después de infinitos ensayos, con los eximios Manuel Pardo (1872) y Nicolás de Piérola, entre 1895 y 1930 tuvimos los llamados gobiernos de la Aristocracia, régimen liberal y tolerante. Desgraciadamente, Piérola murió anciano en 1912. Después de un interregno de once años fue depuesto don Augusto B. Leguía (1930); llegó el miserable genocida Sánchez Cerro. No. No ha habido democracia real ni ficticia desde aquella fecha hasta hoy. Allí están como ejemplo, el citado Sánchez Cerro, Benavides, Prado, Odría, Lindley, Velasco, Morales Bermúdez, Hoy tenemos una feminocracia sin apoyo popular y destinada al derrocamiento y a la prisión. Parece que no tenemos remedio para seguir ensayando con otro sistema y con otros personajes. Necesitamos una nueva arquitectura constitucional, superior a los últimos doscientos años.
III
Esa falta de responsabilidad moral también se aprecia elocuentemente con la arremetida de catorce (14) Golpes de Estado en toda nuestra historia republicana. Recordemos para no repetir esos fracasos: Salaverry (1835), Orbegoso (1836), Vivanco (1843), Castilla (1854), Prado (1865), Benavides (1914), Leguía (1919), Sánchez Cerro (1930), Odría (1948), Pérez Godoy (1962), Velasco (1968), Morales Bermúdez (1975), Fujimori (autogolpe de 1992) y Castillo (2022). Todos esos regímenes quebraron la “democracia” y la seudodemocracia. En contraste, tuvimos 13 Constituciones que intentaron enderezar nuestra aún débil y frágil República.
Vayamos, entonces, con una Constituyente revolucionaria a transfigurar al Perú. Nada parecido al Parlamento, al Poder Judicial, al Tribunal Constitucional que son, como ya lo dije, etiquetas en botellas vacías. Los novísimos gobernantes que vengan en el futuro se acojan a la frase siguiente: REX ERIS SI RECTA FACIES, SI NON NOM ERIS.
Jurista, exconstituyente, exdiputado, exsenador y excongresista de la República.