Por: JAVIER VALLE-RIESTRA / Perú: Hacia la Segunda República

por | Oct 19, 2022 | Opinión

Continuamos celebrando el bicentenario de nuestra independencia proclamada por San Martin (1821) y de la instalación del primer Congreso Constituyente (20 de setiembre de 1822). Tenemos que fundar la Segunda República, continentalista, anti-imperial. Hemos sido una behetría, un caos con un saldo negativo. Pareció recomponerse con el segundo gobierno de Nicolás de Piérola (1895). Desgraciadamente no fue así, porque después de los gobiernos de López de Romaña, Candamo, Calderón, Pardo, Leguía en su primer mandato (1908) y Billinghurst, se produjo la intervención sargentona de Oscar R. Benavides, a la sazón coronel; duró un año y fue sucedido por el oncenio de Leguía, depuesto e ingresado a la penitenciaría, donde murió (1932) por problemas de salud y la humillación de su arresto. El Perú podría haber resucitado con el nefasto gobierno instalado en 1933. No fue así. A Sánchez Cerro, asesinadoBenavides, Prado, Bustamante y Rivero, Odría, Fernando Belaunde, que no resolvieron la temática, sino, al contrario, la agravaron.

II

Hoy tenemos un deber cívico y multitudinario: derrocar al denominado Pedro Castillo y construir un verdadero Estado democrático, con libertades absolutas y poderes estatales independientes. Los parlamentarios al Congreso y los militares a sus cuarteles. Recordemos la fundación de la República, para reconstruir el Perú, sin los yerros del pasado. Basadre, en su Historia de la República, Tomo I, nos relata:

 

“La República, que empezó en el Perú como reacción contra el monarquismo de un argentino, San Martín, hubo de estar en manos de un colombiano, Bolívar, después de la guerra. Desde sus comienzos, el Perú había participado en ella; pero dando su contingente de sangre a la causa española. Los valientes soldados Ricafort, Goyeneche, Pezuela, Ramírez, y Montes, que participaron en las primeras jornadas militares, habían sido peruanos. Abascal utilizó ampliamente los recursos del virreinato peruano para prolongar la vida del poder colonial. Aún después dehaber sido proclamada la independencia en Lima, hombres ilustres como Riva-Agüero y Torre Tagle –por citar a los más conocidos— se resistieron a la idea de un Perú que conviviera con los españoles echando al abismo una fuerza política y militar peruana que hubieses sido muy útil, tanto en la lucha final de la independencia, como después de ella. Por causas complejas, el Perú jugó desde 1810 la carta de España y que aún después de 1821, muchos peruanos la jugaron. No fue ella la que ganó la partida. Por eso, el país que había sido el más prominente de América del Sur antes de la llegada de los españoles, entró a la vida independiente rodeado de condiciones desfavorables y tuvo en el siglo XIX, el más infortunado de su maravillosa historia. El precio de la intervención colombiana en la guerra de la independencia fue la separación del Alto Perú, la pérdida de Guayaquil, la guerra de 1829 que, a su vez, significó el primer contraste militar y la amenaza sobre Tumbes, Jaén y Maynas. Como consecuencia de ello, el Perú hubo de eliminar a dos de sus pro-hombres: el cuencano La Mar y el paceño Santa Cruz y entró en constantes rozamientos con el Alto Perú convertido en Bolivia. Solo después de 1842, se liberó de la secuela de dificultades derivadas de la guerra emancipadora.”

Por supuesto que no ignoramos a otros muchos peruanos prominentes o humildes, en el campo e en la ciudad, que lucharon por la independencia, pero como reitera Basadre, es necesario señalar el rumbo de aquellos acontecimientos, muchas veces impermeable a la acción de los individuos y de los políticos ignaros de nuestra historia.

III

Tenemos que estar alerta porque nuestra frágil democracia se quebrará. Allí están el non sancto Antauro sus huestes y su Ayllu. En todas partes vociferan “vayamos a la Segunda República”, sin saber de qué se trata y repitiendo palabras recién aprendidas que nosotros venimos pregonando hace años. Pongámonos en pie de guerra, para no ser sorprendidos y terminar procesados, encarcelados y proscritos. A esos zamarros les gritamos: ¡Libertad!, y pedimos a la Nación contenerlos con sable en ristre, nada de paz ni transacciones.

 

(*) Jurista, exconstituyente, exdiputado, exsenador y excongresista de la República.


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