Esta columna fue escrita en vísperas del mensaje que dió el sujeto insignificante que mora en la Casa de Pizarro. Por eso, voy a ocuparme de algo trascendente históricamente en el Perú y que para mí es entrañable: el origen del APRA, mi partido. Fundado en 1924 por Víctor Raúl Haya de la Torre, ha sido el pensamiento político invencible en los últimos cien años. Las ideas fundacionales tienen una fuerza transformadora y debemos restaurar a plenitud su vigencia regeneradora y futurista del PAP.
En el Perú hubo una serie de partiduchos que perecieron rápidamente. No aludo a la Sociedad Patriótica de 1820 y siguientes; tampoco, lógicamente, al Partido Civil fundado por Manuel Pardo, electo presidente (1872) y que recibió un golpe traidor luego de su mandato. Siendo presidente del Senado (1876) lo asesinó el militarismo por medio de un canalla, el sargento Melchor Montoya.
El Partido Civil sobrevivió hasta finales del siglo XIX. De los partidos viejos tuvimos el Partido Demócrata con una figura heroica, Nicolás de Piérola y Villena, líder de la resistencia contra la invasión chilena (1879) y contra el decrépito Partido Civil (1895). Piérola es el único líder y el último sobreviviente de la política decimonónica.
Augusto B. Leguía fue presidente dos veces, en total quince años; primero de 1908-1912 y después con su Partido Demócrata Reformista (1919-1930), pero terminó en la cárcel y murió en 1932. En cierto modo era un retoño moribundo del Partido Civil. Apareció después, en 1931, la Unión Revolucionaria (UR), partido sanchecerrista, seguidor de Mussolini.
II
La Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) fue fundada por Víctor Raúl en el exilio, deportado por Leguía. La Unión Revolucionaria, su pugnaz rival, fue una organización fascista, por eso pereció y no ha dejado ninguna herencia. Luis A. Flores, prohombre de Sánchez Cerro, no llegó jamás a la jefatura del Estado. Han muerto todos los enemigos del APRA.
El pueblo escogió los cinco puntos capitales del aprismo: 1) Acción contra el imperialismo Yanqui; 2) Nacionalización de tierras e industrias; 3) La internacionalización del canal de Panamá; 4) la unidad política continental de América Latina; 5) la solidaridad con los pueblos y clases oprimidas en indoamérica. Podemos resumirlo ahora en “Pan con libertad y justicia social”.
El único camino que tenemos, reitero, son los partidos políticos y el PAP está a la vanguardia. No hay opositores a esa tradición centenaria. No hay líderes adversarios ni partidos contrincantes en esta lucha, hoy silenciosa. Pero ha llegado su hora y su futurismo ¿Quién será el líder? ¿Existe? Sí. Saldrá de las catacumbas contemporáneas.
III
Haya de la Torre fue elegido en 1919 presidente de la Federación de Estudiantes del Perú y en el congreso estudiantil, celebrado en el Cusco (1920), propuso como meta la creación de universidades populares. Así nació la Universidad Popular Gonzáles Prada.
En 1923, Leguía decidió consagrar al Perú al Sagrado Corazón de Jesús, hecho que se frustró ante el pronunciamiento de obreros y estudiantes rechazando ese acto, el 23 de mayo de 1923, con Haya a la cabeza. El mitin de protesta en Lima fue reprimido por el gobierno y hubo varios muertos.
Haya sería detenido el 2 de octubre y prisionero en la isla San Lorenzo, donde inició una huelga de hambre de ocho días, siendo deportado por el leguiismo.
En su destierro que duró ocho años, llegó a Panamá y a México. Allí, Víctor Raúl, vivió en casa de Gabriela Mistral y el ministro de Educación José Vasconcelos lo nombró su secretario privado. Al fundar el aprismo continental el 7 de mayo de 1924, Haya dijo:
“No solo queremos a nuestra América unida sino a nuestra América justa. Sabemos bien que nuestro destino como raza y como grupo social no puede fraccionarse: formamos un gran pueblo, significamos un gran problema, constituimos una vasta esperanza… esta bandera yo os entrego flameará primero sobre las soñadoras muchedumbres de la juventud que va abriendo el camino y más tarde serán los pueblos los que la agiten en sus luchas”
Por eso repetiré lo que dije en 1962, es muy difícil ser aprista, pero más difícil es dejar de serlo.
(*) Jurista, exconstituyente, exdiputado, exsenador y excongresista de la República.