Descubro que la salud mental de los peruanos se ha resquebrajado, elevándose a un plano peligroso que se desliza desde el orden de las partes al orden del todo. Entonces, sentimos la frustración deslizarse por la intolerancia, la violencia verbal y física.
Pues, el temor, la angustia, el estrés, frustración, etc. son respuestas inquietantes en tiempos terribles de inseguridad ciudadanía, las secuelas del Covi-19, lo altos precios de los alimentos, la hambruna y todos los males que aquejan en el lado más sensible del ser humano.
Súmese a este impacto, muy en particular, la inseguridad ciudadana, los constantes y cada vez más violento accionar de la delincuencia venezolana y colombiana, la corrupción, el desempleo, y la pobreza. Son estas nuevas y desafiantes realidades al cual se presta poca atención porque el tejido social está contaminado por la corrupción empresarial, política y económica que alienta la delincuencia.
Pues, si la cuarentena, distanciamiento social, aislamiento social, inmovilización obligatoria, etc. nos traumó, hemos de imaginar, los estragos que produce en la salud mental de los peruanos la terrible inseguridad ciudadana.
Si los ejemplos de los de arriba son reprochables que podemos esperar como ejemplos para los de abajo. Pues, siendo el sistema corrupto, el honrado difícilmente puede ser no corrupto. Entonces, la salud mental de los peruanos sigue en picada libre.
Pues, el problema de la violencia e inseguridad ciudadana causando una agresión física y psicológica a la población, sus efectos trascienden negativamente en el bienestar y calidad de vida de las personas.
Las personas que sufren directa o indirectamente estos hechos en su dimensión objetiva y subjetiva se les causa una sensación mayor de los imaginado en el miedo, temor y desconfianza.
No hay peor tragedia verse afectado en la parte emocional, psicológica y cognitiva, porque altera la salud mental con cambios en actitudes, rutinas, hábitos e interrelaciones personales, que merman la calidad de vida, bienestar y felicidad de los peruanos.
El temor paraliza nuestras habilidades. La inseguridad genera cuados terribles de ansiedad y que torna agravarse con la proliferación de noticias permanentes sobre robos, extorsiones, asaltos, asesinatos, secuestros, que solo hacen alimentar aún más temores y miedos entre la ciudadanía. Empezamos a vivir en extremo la violencia verbal y física, que ciertos medios de comunicación alientan.
Cuidado que esos fuertes temores y miedos se propagan en cadenas en las mentes de niños, jóvenes y adultos. El miedo paraliza y tal vez esas lágrimas sentidas de una madre, hermana, padre o familiar que siente por un hijo o pariente muerto por unas balas asesinas.
Ya todo resulta sospechoso. Entonces, esa locura sana se cierne sobre la mente del ciudadano para asaltarnos con la locura de la intolerancia total. Entonces, empezamos a dudar de nuestra humanidad, hasta preguntarme si hay algo de locura en nuestros comentarios. Tal vez esas lágrimas caídas del cielo sean el preludio de una agitada vida que va perdiendo sentido en esas condiciones.
(*) Abogado penalista y analista político.