Por: Jorge B. Hugo Álvarez / Los peruanos tenemos ideales, sueños y un gran reto: Superar aun en las más excelsas dificultades, esta crisis sanitaria y el desplome de nuestra economía. Ya son suficientes nuestras muertes, lágrimas y el dolor agudo y desconsolado de nuestros compatriotas. No hay derecho para sufrir injustamente esta maldita pandemia.
Otra cosa hubiera sido si nuestros políticos y empresarios que nos cogobernaron hubieran dejado de robarnos y mentirnos sobre una supuesta prosperidad económica, borrando de esa manera las páginas más vergonzosas de nuestra historia. No obstante en lo peor de esta crisis, conocidos son las buenas cualidades y los valores del pueblo peruano y, en ella nos apoyaremos para la reconstrucción nacional en la idea de industrializar nuestra Nación.
El pueblo peruano merece nuestro respeto por sus múltiples talentos, su laboriosidad, su trabajo y por su amor al suelo patrio y sus peculiaridades nacionales. Siempre hemos considerado como la más alta y la más sagrada misión de nuestras vidas, hacer realidad la industrialización de nuestro país, vía diversificación productiva.
Es posible, a partir de nuestra tragedia y el desplome de nuestra economía nacional sacar fuerzas en la tarea de construir sobre bases más justas una economía social de mercado más cercano al pueblo y amigo del medio ambiente.
De esa manera tendremos asegurado el futuro de las nuevas generaciones de los peruanos frente a nuevas pandemias. Estaremos mejor preparados y con más recursos económicos similares a la vieja Europa o las potencias asiáticas.
En los emergentes ya se conciben una doctrina empresarial que en lo esencial, es la Revolución Industrial. Ellos generan mística y conciencia social sobre la necesidad de un mercado interno fuerte, expansivo y reactivador de nuestra economía.
Será el consumo interno y, a posteriori las exigencias de mercados internacionales la clave del éxito del Perú. Es tiempo de convertirnos en una gran Nación, rica, próspera y poderosa. Eso será posible si contáramos con líderes con visión y misión de país.
Son los liderazgos fuertes los que posibilitan que la revolución industrial no pueda concebirse sin planificación, metas y una participación patriótica de los actores productivo, las Universidades, los Centros de Investigación e Innovación y Estado, en una conveniencia más perfecta, en beneficio y bienestar de todos los peruanos. Los países que se industrializan crecieron más rápido y se hicieron ricos.
Perú no tuvo fase de industrialización. Sólo se desarrolló en chiquito, altamente informal, chueco y con un motor ajeno a su economía. Entonces, una primera impresión que puedo concebir al escribir sobre el ideal de desarrollar masivamente la industria manufacturera, los servicios de alto contenido tecnológico, la agroindustria, el turismo, etc., es porque hará posible el sueño del buen peruano de sentirse orgulloso imaginar, cómo unas mentes tan brillantes de compatriotas pueden acabar con la excelencia de su ingenio y sus inversiones la pobreza.
Entonces podría escribir tan bellas loas a las libertades, la dignidad, la lealtad, el patriotismo, la democracia y la revolución industrial.