Están próximas unas elecciones atípicas y la incertidumbre política asoma con furor frente al desencanto ciudadano. No obstante, las ofertas electorales se constituyen en arte de la mentira y de la demagogia. Son tantos los irresponsables, quienes hacen gala de un populismo desde la extrema derecha, cuando la economía de nuestro país y la salud de los peruanos están gravemente afectada por la pandemia.
De manera que resulta una tremenda irresponsabilidad ofrecer obras faraónicas cuando la caída de nuestro P.B.I. y la recaudación tributaria es brutal. Lo urgente y lo esencial como expresión material de cualquier oferta electoral es: cómo acabar con la pandemia con los pocos recursos que nos quedan y cómo a partir de la tragedia humana, podemos fomentar las bases para el desarrollo industrial de nuestro país garantizando de esa forma un crecimiento sostenible de nuestra economía.
Corea del Sur sin recursos naturales a partir de la tragedia de la guerra, se convirtió en un país desarrollado. El Perú no puede ser más una Nación pobre, altamente informal y con una corrupción generalizada. Entonces, la sinceridad es deseable, aun cuando a veces, puede resultar dolorosa; porque la paz social, la justicia, los valores positivos, etc. se logran con el alma pura de la sinceridad y la veracidad.
La extrema derecha puede decir cualquier cosa, pero debemos aprender lo esencial del «arte de la verdad” y explorar estratagemas para emplearla de una manera sana y responsable. Entonces sí podremos admitir serenamente, que una clase política ilustrada, sea de derecha o izquierda es deseable.
Más temo, que eso no pueda ocurrir por el poco nivel intelectual de los principales candidatos a la Presidencia de la República y al Parlamento Nacional. Sin embargo, queda en el ideal del pueblo peruano la materialización de sus aspiraciones más esperadas: Seguridad ciudadana, salud, educación de calidad, trabajo, justicia, desarrollo y prosperidad para todos los peruanos.
Dios está con el pueblo y escucha al alma sana indignada que clama justicia social, decencia y honradez en el uso de los recursos públicos. Ningún país que no haya optado por industrializarse podría garantizar servicios de calidad. Están como ejemplo a Alemania, Suecia, Noruega, Suiza, etc.
Es una maldición que el Perú no haya diversificado su producción con valor agregado. Peor aún carecer de industria manufacturera (fábricas de celulares, computadoras, maquinarias, plantas de oxígenos, automóviles, televisores, etc.) con servicios altamente tecnificado, innovación ciencia y tecnología. Necesitamos a verdaderos capitanes de la industria nacional, porque al final, las circunstancias, las intenciones, los objetivos y los resultados son los que cuentan.
Repensar la necesidad de emitir un voto con gran responsabilidad para elegir a los más ilustrados de la Nación es una cuestión vital. A más ilustración más racionalidad de los actos de gobierno y por ende, más justicia social. Urge por la salud moral de los ciudadanos expectorar para siempre del poder, a partidos y empresarios granujas que hicieron del Estado peruano un botín para sus repartijas inmorales.
(*) Abogado penalista y analista político
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