En términos generales, es decepcionante el nivel académico de los principales candidatos a la Presidencia de la República. Desde la izquierda, Verónica Mendoza y desde la derecha, Keiko Fujimori fueron los más articulados en sus propuestas.
Los “favoritos” Jhony Lescano y George Forzay estuvieron lejanos al racionalismo de sus propuestas. El primero con dificultades para aterrizar en sus propuestas y el segundo con su evidente inexperiencia.
No obstante, Rafael Aliaga ha meditado su decisión de no participar en el debate por cálculo político. Hernando de Soto, Julio Guzmán y Urresti rezagados en las intenciones del voto ciudadano, sólo les queda cruzar los dedos.
Una pena tratándose de Hernando de Soto, porque sus propuestas son articuladas y realistas. No obstante, ninguno de ellos supera el 9% de la intención del voto popular. Es una situación atípica, pero en política cualquier cosa puede suceder. Pues tenemos un electorado mayoritariamente poco informado.
El contexto internacional es adverso al interés nacional. Sin embargo, los candidatos guardan un calculado e indignante mutismo sobre el particular. Claro, vivimos una grave crisis económica de salud, desempleo e inseguridad ciudadana.
Por eso indigna, la tremenda irresponsabilidad de los candidatos por ofrecer obras faraónicas a granel. Éstos deben sincerarse y ofrecer sólo aquello que se puede materializar en una economía de guerra. La pandemia desnudó nuestra realidad tan lejana a una nación desarrollada y próspera.
Pues estos patrañeros, construyeron un país altamente informal y corrupto. Olvidan que hemos decrecido y la recaudación tributaria cayó brutalmente. Las grandes obras constituyen gastos y no hay forma de financiarlos porque estamos en el límite del endeudamiento externo.
Hubo un tiempo breve de bonanza económica debido a los altos precios de los minerales en el mercado internacional. Sin embargo no fueron aprovechados para industrializar nuestra Nación. Habiendo perdido un valioso tiempo en desarrollar la revolución industrial, vía diversificación productiva con valor agregado, innovación y tecnología.
Los farsantes no pensaron en la posteridad, sino en sus bolsillos. Nunca fueron capaces de fomentar un mercado interno fuerte, tampoco atraer inversión directa en industrias manufactureras. Pues, hemos dejado demasiado tiempo para la estupidez humana, la frivolidad y la pendejada.
Ahora requerimos de auténticos estadistas para gobernar y de capitanes de la industria nacional para invertir. No es inútil el ejercicio del pensamiento y la acción sacando fuerzas para desarrollarnos como una Nación industrializada, culta, diversificada, con empleo de calidad, con industrias manufactureras, etc.
Necesitamos sacudirnos de la modorra, indiferencia y frialdad, con la esperanza de retomar las más imperecederas voluntades de nuestra comunidad para el ejercicio real de nuestras libertades.
Nuestras décadas están marcadas por el sinsentido de la perversidad porque han prostituido todas nuestras esperanzas por concretizar la decencia nacional.
No obstante, estos sinsabores pueden ser revertidos por nuestra voluntad colectiva expresada en las urnas. Entonces, debemos elegir bien y no te puedas arrepentir después.
Lamentablemente, ninguno de los candidatos habla de revolución industrial. Peor aún los candidatos al Congreso, donde la ignorancia es el denominados común.
(*) Abogado penalista y analista político
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