Abundan leyendas y tradiciones sobre la obsesión humana por la creación de vida. Desde tiempos de la alquimia se hablaba de ciertos secretos, de conocimientos de iniciados para crear vida, para jugar a ser dioses.
La idea de la alquimia es transformar una cosa en otra, por ejemplo, mediante una herramienta poderosa como la piedra filosofal. Y fue en estos trances cuando el mítico alquimista Paracelso, según recoge la leyenda, creó una nueva forma de vida, una especie de ser humanoide muy pequeño al que denominó homúnculo por ser un humano en miniatura.
La creación del homúnculo era una especie de fusión entre la “ciencia” de la alquimia y algo de hechicería. En su creación Paracelso mezclaba, carbón, mercurio, semen humano, pelos, piel de animal y lo envolvía en una bolsa con estiércol de caballo. Luego enterraba esto por cuarenta días y según cuenta la leyenda salía un hombrecito diminuto de algunos centímetros de estatura, un ser sin voluntad que obedecía a su creador, aunque Paracelso también escribió que, con el tiempo, el homúnculo tomaría su camino y abandonaría a su creador. Una perversión de la mente humana que crea un ser pervertido y maldito.
El tema del homúnculo es recurrente en la literatura, el Fausto de Goethe, muestra la creación e incluso un diálogo con el homúnculo, y claro la extraordinaria novela de Eco El Péndulo de Foucault, es una tournée por el mundo de las sociedades secretas, la alquimia, la cábala y el esoterismo, es también el escenario perfecto para la aparición de un homúnculo.
Todas estas remembranzas vienen a mi mente cuando veo como la escena política peruana, que nunca deja de sorprendernos, ha sido la incubadora perfecta para un homúnculo. Me refiero al diminuto física, mental y moralmente Julio Guzmán.
Lo vimos aparecer en la escena política hace unos años con tono altisonante, embravecido en su pequeñez, agitando los brazos con insolencia, pero siempre atento a la voz del amo. Era la creación de un grupo económico, pero también tal cual lo había descrito Paracelso pensó también en tomar su camino.
Lo vimos entonces sentirse grande y fuerte, desafiante, enardecido con los esteroides, pero como en las viejas historias del romanticismo gótico el monstruo que por un momento fascina a su creador o incluso a la más bella protagonista, sucumbe ante su propia perversidad y termina en trágico final. Ese ha sido el destino del homúnculo morado en un momento pareció encandilar a parte del electorado, pero luego en el camino se fueron mostrando sus flaquezas, sus inconsistencias, su triste realidad.
Lo vimos huyendo de un incendio dejando a una persona en peligro, luego conformar la más deplorable lista de candidatos al parlamento, encarnar una propuesta política aberrante, declarase enemigo de la vida, la familia y partidario de las drogas. Lo vimos como se hacía cada vez más pequeño hasta casi desaparecer de la escena política.
Hoy según las encuestas no es más que un error estadístico en las preferencias electorales, Olvidé decir que según se cuenta la vida de los homúnculos es breve.
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