El progresismo desde hace varias décadas viene imponiendo cánones de belleza estrambóticos y estrafalarios. Luchando contra una estética clásica en la moda, el arte, la publicidad, el diseño y en cuanto sea posible ha trabajado por afear la realidad.
Todas las formas del progresismo, las izquierdas y los tontos útiles de la derecha progre, los de la agenda LGBT, las feminazis y sus satélites promuerte; basados en la aquella trinidad de la diversidad, la equidad y la inclusión, han trabajado sin cesar por imponer lo feo como modelo y destruir lo que de bello hay en el mundo.
La idea detrás de esto es destruir también lo bueno, lo justo, lo ideal y lo cierto. Todo lo que molesta al progresismo. Llegando al oxímoron de imponer el relativismo como única verdad objetiva.
La gente ha asociado siempre lo bello con lo bueno. La conexión entre la belleza, la simetría y lo bueno es connatural. Los griegos, los romanos y hasta los físicos modernos lo han sostenido.
Anthony Zee, en su libro, Simetría: La búsqueda de la belleza en la física moderna, señala: “La belleza que la Naturaleza ha revelado a los físicos en sus leyes es una belleza de diseño, una belleza que recuerda, hasta cierto punto, la belleza de la arquitectura clásica, con su énfasis en la geometría y la simetría”.
El hombre siempre ha asociado lo bueno con lo bello. Por esa razón cuando el genio artístico de Miguel Ángel busca representar al gran rey David lo llena de atributos de belleza física. Mientras los demonios son siempre representados de manera monstruosa.
Platón, en el Sofista, dice al respecto que el alma malvada es deforme y desproporcionada, y el alma buena es bien proporcionada. Al respecto, por ejemplo, basta ver lo que hace el feminismo con las mujeres para comprobar como esta ideología encaja en perfecto maridaje con lo grotesco y ratificar lo dicho por Platón.
¿Qué efecto hubiera causado una Drag Queen si aparecía en una escuela primaria para contar cuentos en 1950? Sin duda pánico y terror entre los niños. ¿Las modelos publicitarias velludas y masculinas y los modelos feminoides y depilados hubieran vendido al menos un jean en 1980? Difícil. Eran los años en que las mujeres se identificaban con cánones definidos de belleza y el vaquero de Marlboro no tenía complejos ni iba al psicoanalista. Sin embargo, después de décadas de machacar las mentes a través de la publicidad se ha terminado por imponer lo feo.
Está demostrado que la progresía odia lo bello como odia lo bueno. Odia la estética como odia la verdad. Sabe que la belleza tiene un efecto inconsciente en el alma que la eleva y eso es precisamente lo que ellos no quieren.
Los valores no encajan en un mundo que se rige por lo feo. Quien defiende valores como la vida, la familia o la libertad, pronto resulta incómodo en el imperio de lo feo, de lo monstruoso y lo excéntrico. Para terminar, convertido en un marginal.