Tras la aparición de una nota difamatoria en el diario izquierda español El País, hemos sido testigos de un ataque sin precedentes contra la integridad de Monseñor Juan Luis Cipriani. Este acto no solo es un reflejo de la guerra ideológica dentro de la Iglesia Católica, sino también una estrategia para desviar la atención de otros escándalos significativos, como el que envuelve a Monseñor Carlos Castillo y la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
Lo que está en juego aquí es más que una simple acusación; es una lucha por el alma de la Iglesia entre el sector fiel al mensaje de Cristo y la tradición y los progresistas tomados por la herejía modernista cuando no por el marxismo. Queda claro que el sector conservador de la iglesia pretende ser silenciado mediante denuncias falsas y la amenaza permanente de sanciones.
Esta campaña difamatoria ha sido impulsada por filtraciones a los medios por parte de clérigos con inclinaciones de izquierda y sus aliados, a quienes podríamos llamar los «nuevos católicos».
Estos individuos se aprovechan de su posición y se escudan en el secreto profesional para lanzar acusaciones que, en el mejor de los casos, son especulativas y, en el peor, deliberadamente falsas.
Cualquier intento de señalar a Monseñor Cipriani por cualquier tipo de acusación no es más que una táctica de distracción. No debemos prestar atención a estas maniobras que buscan desviar nuestra mirada de los problemas actuales. La carta aclaratoria que ha enviado el propio Cardenal Cipriani a El País es clarísima.
Además, no podemos ignorar la influencia de figuras políticas y mediáticas vinculadas a la «mafia caviar». No olvidemos que el factótum de la caviarada a nivel internacional es el liberador de terroristas Diego García-Sayán, y el cerebro desde el IDL, Gustavo Gorriti, tienen columnas de opinión regulares en El País, lo que sugiere una agenda más amplia detrás de estas publicaciones. La presencia de tales voces en medios de comunicación de gran alcance no es casual, sino parte de una estrategia para moldear la opinión pública en detrimento de figuras fieles dentro de la Iglesia.
La defensa de Monseñor Juan Luis Cipriani no es solo una cuestión de justicia para un individuo, sino una lucha por la verdad y la integridad dentro de la Iglesia Católica. Es esencial que los fieles y los observadores de esta controversia se mantengan firmes, orando y buscando la verdad, sin dejarse llevar por la ola de desinformación y calumnias que buscan socavar a quienes mantienen la doctrina tradicional de la Iglesia. Pobres almas las que están involucradas en esta campaña de difamación.
Cipriani en la carta aclaratoria enviada a El País defiende su inocencia y critica el manejo de la información por parte del medio, así como aclara las decisiones del Papa Francisco en relación con su caso. Menciona que fue informado de la denuncia en su contra en 2018, pero que no se le entregó el documento acusatorio, y que las “penas” impuestas por el Papa Francisco, incluyendo su exilio del Perú, se hicieron sin darle la oportunidad de ser escuchado. Detalla también que su actividad pastoral continua después de la audiencia con el Papa en 2020, lo que demuestra que no ha sido apartado de sus funciones eclesiásticas.
Solo esperamos que este acto malintencionado contra un hombre ejemplar quede en el olvido y se aclare quienes han movido los hilos para generar esta difamación.