Alejandro Toledo es un delincuente. Un auténtico crápula que mientras ocupó la presidencia se dedicó a la buena vida y los viajes. Un personaje ladino que dejó el país en piloto automático al mando de sus ministros, para dedicarse a su vida de libertino y corrupto, pasando sus días entre sus afanes de coimero de alto vuelo, dipsómano y putañero.
Desde antes de llegar a la presidencia ya estaba rodeado de un hálito de farsante, solo seres viles pueden negar una y mil veces a sus hijos. En esas ligas jugaba Toledo.
Solo embusteros patológicos pueden fingir un secuestro tras pasar una noche de farra con tres meretrices. No hay que olvidar que su cómplice en estas fechorías, pues también difundió el fraude del secuestro, fue otro personaje ávido de poder y rapiña llamado Eliane Karp.
Toledo en lo económico era un liberal. Pero en lo político se dejó arrastrar por los delirios caviares y les dejó la cancha libre. En esto también jugó un papel importante Eliane Karp y su ONG.
Lo cierto del caso es que como no podía ser de otra manera luego de años se destapó el pozo de corrupción que fue aquel gobierno. Las millonarias coimas y su traición a los más pobres mientras se entregaban jugosos contratos a Odebrecht.
El mitómano que siempre fue Toledo volvió a la escena para involucrar a su anciana suegra e iniciar un carrusel de mentiras cada cual más absurda que la anterior, como aquella inolvidable en que el dinero para adquirir una residencia en Casuarinas y una lujosa oficina en Surco procedían de indemnizaciones a su suegra por el holocausto. Finalmente, todo fue derruyéndose como un castillo de naipes y como todos los delincuentes lo primero que hizo Toledo fue huir.
Como se sabe no hay plazo que no se cumpla. Al fin la justicia peruana pidió su extradición y los Estados Unidos la concedieron. Pero en ese momento la irrompible alianza internacional de la caviarada se puso en acción. Uno de sus ídolos, el politólogo y profesor de Harvard Steven Levitsky decide inmiscuirse en un asunto que es estrictamente judicial para firmar una carta junto con Martin Camoy, Larry Diamond, Profesores de la universidad de Stanford y el inefable gran maestre de la progresía mundial Francis Fukuyama, dirigida a Antony Blinken, el secretario de estado de los Estados Unidos, para simplemente bloquear la extradición.
¿Cuáles son las razones que esgrimen? La avanzada edad de Toledo y la segunda razón es una que va para una antología de la canallada y el engaño universal: el racismo que impera en el Perú.
Es decir, estos importantes académicos de la progresía mundial deciden dejar en el closet su honra, su prestigio académico, para de un plumazo borrar los casi 30 millones de dólares de coimas de Toledo y toda la corrupción que lo ha rodeado siempre, para simplemente entrar al infame juego de la victimización racial.
No hay duda de que el progresismo es una enfermedad mental.