La controvertida exministra de cultura Gisela Ortiz, la misma que declaró Patrimonio Cultural de la Nación al monumento prosenderista “El Ojo que Llora” de propiedad de la Asociación Civil Caminos de la Memoria, de la cual ella forma parte según declaró en su hoja de vida, no deja de sorprendernos con sus exabruptos y contradicciones.
Esta semana la hemos visto marchar y dar discursos en contra de la resolución del Tribunal Constitucional que restituye el indulto humanitario al Presidente Alberto Fujimori. Sin embargo, cuando era ministra se mostró de acuerdo con liberarlo en una entrevista a Radio Exitosa en octubre del año pasado.
“Cuando me han preguntado si yo creo que es justo que Fujimori se muera en la cárcel, siempre he dicho que no porque debe ser bien doloroso para la familia y también para la propia persona morirse solo. Debe ser bien difícil”. Luego añadió: “Entonces, si se da la oportunidad de que el señor Fujimori se vaya a descansar al lado de las personas que quiere, no tengo ningún problema. Y creo que mi hermano, que es la víctima, tampoco lo tendría”, añadió.
Como se sabe la moral de los comunistas es esquizofrénica y camaleónica. Es así como ahora, cuando ya no tiene que adoptar poses de bonhomía, ni mostrarse como políticamente correcta y humanitaria cambia por completo el sentido de sus opiniones sobre el mismo tema y se contradice a si misma.
No contenta con marchar junto a toda una caterva de impresentables pretendiendo desconocer el legítimo pronunciamiento del Tribunal Constitucional, ha declarado a la misma radio: “Estamos en las calles mostrando nuestra indignación frente a la decisión del Tribunal Constitucional de darle validez a un indulto que empezó de manera fraudulenta en el 2017y que ahora significa desconocer el derecho a la justicia que tenemos los familiares”.
En la misma entrevista manifiesta que está favor de la intervención de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en este caso.
¿Se puede ser más contradictorio? ¿Hay algo más maleable y elástico que la moral, los principios y la conciencia de los comunistas y caviares? Este caso es patético. Pero no es el único en la vida de Gisela Ortiz. Pues recordemos que la “impoluta hermana de una víctima de La Cantuta” y antifujimorista, cuando hubo de por medio un jugoso sueldo, no dudo en trabajar al lado de Héctor Becerril en el Congreso de la República o ser candidata en el 2001 al Parlamento por la agrupación «Todos por la Victoria», liderada por Ricardo Flores Chipoco, conocido como «Riflo» y reconocidamente vinculado a Montesinos.
En su momento al ser preguntado por esto declaró a La República que no había investigado quien era Riflo y que en el caso de Becerril se «dejó llevar» por la valoración personal y la «amistad», mas no por la inclinación política.
Esa es la realidad de la “moral de hierro” de muchos que viven y lucran del estado, que reciben importantes indemnizaciones, que pregonan los derechos humanos, pero que tienen principios y valores a la medida del momento y el interlocutor.
